Capítulo 25

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Mi corazón se detuvo desde el momento en que me alejé de él. Cada vez que la distancia se hace más grande, una parte de mi alma se va muriendo.

No sé si irme con Bruno fue la mejor decisión que tomé, solo sé que alejarme de Jeremy era lo más correcto. Deseo que el tiempo se detenga y que esto deje de doler tanto. Cada vez que intento respirar, mi pecho duele. ¿Puede ser posible vivir sin un corazón? El mío murió cuando comprendí que él nunca sentiría nada por mí y desde ese momento no ha vuelto a latir, así que supongo que sí se puede vivir sin uno. ¿Entonces es como estar muerta en vida? Sí y mil veces sí. Puedo sentir mi cuerpo, pero es como una carcasa vacía que se mueve por instinto. Dormir, comer y respirar son acciones mecánicas que ahora realizo como parte de una rutina, pero que ya no son indispensables para mí.

—Solecito, ya casi llegamos.

Bruno está sentado junto a mí. Volamos en su avión privado —este hombre es más rico que Craso— con todas las excentricidades que solo los ricos pueden tener.

Nunca hubiera imaginado que él fuera tan adinerado, es un hombre muy sencillo y nada ostentoso, a pesar de todo el lujo que lo rodea.

El viaje es largo y tranquilo. Al oscurecer, observo a los chicos dormir, mientras que Bruno y yo permanecemos despiertos.

—¿Cómo sientes tu pie, solecito...? ¿Tienes dolor? —pregunta interesado.

—Solo un poco. Con tanto calmante que he ingerido ya poco siento el dolor —le contesto indiferente.

—¿Quieres algo de beber, tal vez comerte algo liviano? —me pregunta y sé que solo quiere llamar mi atención; he estado callada durante todo el viaje.

—No quiero nada, Bruno, te lo agradezco. Solo tengo sueño —miento—. ¿Te importa si duermo un rato?

—No, pequeña, duerme, yo leeré un rato.

Cierro los ojos y simulo dormir. No quiero hablar con nadie, solo quiero silencio a mi alrededor e imaginar que, cuando abra los ojos, todo este amargo dolor desaparecerá y todo volverá a la normalidad.

Más tarde, cuando siento que cierra su libro y reclina su asiento para dormir, abro los ojos y me quedo mirando a través de la ventanilla. Veo las miles de estrellas que brillan en la oscura noche y siento mis lágrimas rodar por mi cara. Extraño tanto a Jeremy... no puedo olvidarlo.

El avión aterriza y Bruno enseguida desata mi cinturón para levantarme del asiento y llevarme en sus brazos. Samy y Jean nos siguen, emocionados y sorprendidos por la nueva experiencia; aún no lo pueden creer

Bajamos del avión y una gran camioneta —este hombre tiene una obsesión con las cosas de gran tamaño— nos está esperando cerca de la pista, con logos alusivos a unas marcas, cuyos nombres son Honda y Repsol, y con un número impreso en el medio del capó y a los lados, sobre las puertas. Los colores son vivos y llamativos.

Escucho hablar a Jean detrás de nosotros y su voz es de completo asombro y sorpresa.

—Oye, Bruno... la razón por la que tu nombre me sonó conocido, ¿es por lo que creo que estoy pensando? —lo oigo preguntar mientras subimos al inmenso auto. Bruno sonríe y solo le responde cuando estamos dentro del vehículo. Me coloca en el asiento, a su lado, y Jean y Samy se sientan en el mueble frente a nosotros.

—A menos de que fuera vidente o tuviera poderes mentales, tendría idea de lo que estás pensando en estos momentos. —Sonríe divertido mientras centra su mirada en Jean.

—Vamos, hombre, no me tomes el pelo y dime si eres ese Bruno del que tanto hablan los medios... ¿Eres el campeón actual de la MotoGP? —Su pregunta me deja perpleja, por lo que enseguida lo miro a la cara, esperando su respuesta.

Pasaje a la pasionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora