No pude quitar mis ojos de encima de ella ni por un instante. Verla deshacerse entre mis brazos es una experiencia religiosa. Cuando la vi en ese hermoso vestido amarillo, casi morí de un infarto. Es realmente hermosa, ¡por Dios! Y es toda mía, solo mía.
—Hola, preciosa, ya puedes abrir tus ojos.
Abre sus hermosas esferas azules. Brillaban con una intensidad que nunca había visto. Trataban de decirme lo que su boca no podía. Eran así de expresivos, parecían penetrar mi alma.
Sus párpados caídos indicaban que aún no había regresado del éxtasis al que la había sometido. Su respiración se iba calmando sosegadamente, mientras su boca absorbía sendas bocanadas de aire para estabilizarla.
—Respira, preciosa —Le doy un beso suave en sus labios—. Ven y sentémonos, pidamos la comida y cenemos de una vez, porque quiero llevarte a casa y continuar lo que hemos comenzado. —Su mirada nublada con lujuria.
—Por favor... llévame y termina de una vez con esto, Jeremy... porque estoy ardiendo por ti.
La tensión sexual entre nosotros era casi insoportable. Saltaban chispas que fácilmente podrían arder en combustión con un simple roce. Mi corazón golpeaba tan duro en mi pecho que estaba seguro de que ella podía oírlo. Miré hacia su tentadora boca y ella mordía su labio bajo con tanta intensidad que estaba seguro de que pronto brotaría sangre de él. Alcé mi mano y usé mi pulgar para tirar de su labio y alejarlo de sus dientes, pero mi pequeña codiciosa sacó la lengua de su boca y con ella lamió la punta de mi dedo. Pude sentir como mi pene se tensaba nuevamente dentro de mi pantalón. Luego, con su mano, tomó mi dedo y lo empujó dentro de su boca, y realizó una felación con la que me dejó con la mente nublada y sin aire en mis pulmones.
—Pequeña traviesa —su mirada es fuego líquido—, si no dejas de provocarme de esa manera, te aseguro que no saldremos nunca de este restaurante.
Saco mi dedo de su boca y puedo oír el fuerte chasquido retumbar en la habitación, por la profundidad de su succión. Sonríe y lanza sobre mí una mirada provocativa.
—No juegues con fuego o te vas a quemar, nena —le digo con voz gruesa.
—Si es bajo tu fuego en el que me voy a incinerar... no me importaría morir calcinada. —¡Maldición! Esa boca viperina va a ser mi perdición.
La atraigo y le doy un beso voraz para acallar su boca. Ella cae rendida bajo la estela de mi hechizo.
—Vamos a comer, pequeña provocadora —Le doy una fuerte nalgada y la obligo a tomar asiento.
Luego de disfrutar de un exquisito menú italiano y de una conversación enriquecedora, con la que pude indagar y conocer más de su vida, la llevo de vuelta al penthouse, para concluir el asunto que había quedado pendiente.
Una vez que llegamos al lobby del hotel, coloco mi mano en la parte baja de su espalda y la dirijo hacia el ascensor. Aprieto el botón de llamada y, segundos después, las puertas se abren.
—Buenas noches, señor Blackwood.
—Buenas noches, Marcos.
Ningún hijo de puta que se atreva a desear lo que es mío se va sin consecuencias. Miro a Cassidy de reojo y puedo ver la impresión en sus ojos.
Las puertas se abren y salimos hacia el penthouse. Ella sale primero y yo la sigo muy pegado a ella.
—¿Despediste al chico del ascensor? —Sus ojos están abiertos como platos.
—¡Nadie que se atreva a mirar a mi mujer sale ileso en el intento! —mis palabras son aceradas.
—¿Pero... es que acaso te has vuelto loco? —Gesticulaba con sus manos—. Él no hizo nada, Jeremy, no tenías por qué despedirlo —hablaba de manera apresurada mientras negaba con su cabeza.
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Pasaje a la pasion
RomanceUna aventura en la que un hombre con oscuros secretos y con un pasado que lo ha marcado de por vida decide intentar darse una nueva oportunidad, una joven e inocente chica que a su edad aún no conoce el amor porque le ha sido esquivo en más de una o...