¡Madre mía! Siento que me duelen hasta las pestañas. Una deliciosa sensación recorre todo mi cuerpo, haciéndome sentir la diosa del maldito universo.
Por fin di el paso. Ya no soy la chica virginal que solo sabía de sexo por lo que leía en un artículo de revista o porque había visto una caliente escena de sexo en una de las películas románticas que disfrutaba viendo con mamá y mi tía, en nuestras noches de películas. Por favor... ¿se lo pueden imaginar? Disfrutar de un instante como ese con ese par, evitando a toda costa que pudieran pillar lo acalorada que estaba... Era como tratar de tapar el sol con mi bendito dedo... ¡imposiiiible! Y para rematar, verlas llorar y aplaudir porque por fin la pareja había follado... os lo juro, es la peor experiencia que podría vivir. Ya entenderán por qué me negué a ver con ellas la famosa trilogía de Grey.
Abro mis ojos lentamente y puedo ver que el sol ya no demora en salir. Hora de irse. Siento su inmenso cuerpo a mi lado —es como dormir al lado de Hulk— y me muevo despacito, tratando a toda costa de evitar que note que he despertado.
Salgo de la cama totalmente en pelotas —había olvidado que estaba desnuda— y camino de puntillas para no hacer ruido con mis pisadas y despertarlo. Comienzo a buscar mi vestido y el bendito trapo no aparece en ninguna parte de la habitación.
Miro en la mesita que está al lado de la cama y noto el vaso de agua y el calmante que Jeremy amablemente trajo para mí anoche. Tomo el vaso con cuidado y bebo el calmante —espero que también quite el dolor de mi vagina—, luego trato de poner el vaso en el mismo sitio sin producir siquiera una vibración.
Miro hacia el suelo buscando la prenda y descartando cualquier objeto con el que pueda tropezar y alertarlo de mi huida. Avanzo hasta la puerta de la habitación sin causar ningún desastre. Gracias a Dios está abierta. Llego a la inmensa sala y recorro el lugar hasta dar con el tesoro perdido. Lo encuentro sobre el mueble hecho un montón y, en un paso, llego hasta él. Recuerdo el momento en que me lo quité —en menuda puta pervertida me he transformado—, sonrío ante la idea. Estaba tan achispada que mandé el pudor a la puta mierda y simplemente sentí ganas de quitármelo, lo hice sin más. Ahhh, pero la culpa es del maldito Adam y su serpiente embaucadora —bueno, realmente en eso estoy mintiendo—; pero es cierto, él, con su desnudo y ese cuerpo de gladiador espartano —que hace calor—, hizo que mis hormonas enloquecieran y me transformara en una femme fatale. Por Dios... es que ni yo misma me reconozco.
Me pongo el vestido y luego voy a por mis tacones, que están tirados en el piso, cercanos al mueble. Decido llevarlo en las manos para evitar el taconeo. Paso frente a una gran pared de vidrio que hay cerca de la salida y observo mi reflejo..., pero ¿adónde coño se ha ido la mujer que vi ayer antes de salir de casa? No puedo irme de aquí en estas condiciones.
Decido tomar el riesgo y volver al dormitorio para arreglarme un poco. Entro cuidadosamente y veo a mi dios del sexo completamente dormido. Camino nuevamente en puntillas —si me viera Olga Smirnova, moriría de la envidia—, entro al baño y lavo mi cara, luego recojo mi cabello en una coleta. Al salir del baño, decido cometer una pequeña travesura —no puedo evitarlo— y me desvío hasta el vestidor. Reviso entre sus ropas y extraigo una chaqueta deportiva con capucha —no puedo salir de este hotel con medio cuerpo al aire y sin ropa interior— y enseguida me la pongo.
Salgo del vestidor nuevamente a hurtadillas y veo a mi Leónidas aún dormido, pero boca arriba y como mi Diosito lo trajo al mundo... con su enorme lanza envarada. ¡Madre de todos los santos¡ Y ¿todo eso cupo dentro de mi pequeña vagina? Mejor no respondo. Sonrío por mis desvergonzados pensamientos.
Salgo con cuidado de la habitación, pero tengo la sensación de que estoy olvidando algo... Vale, mi cartera. Recorro cada lugar en su búsqueda, pero no doy con ella. Ni modo, tendré que marcharme sin llevármela, estoy demorando demasiado y Jeremy puede despertar, ya la buscaré luego. Me detengo y pienso en hacer una última travesura, y ¡válgame Dios! qué jugada la que se me ha ocurrido.
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Pasaje a la pasion
RomanceUna aventura en la que un hombre con oscuros secretos y con un pasado que lo ha marcado de por vida decide intentar darse una nueva oportunidad, una joven e inocente chica que a su edad aún no conoce el amor porque le ha sido esquivo en más de una o...