Capítulo 4

216 16 0
                                    


¡Maldición! ¿Es que ya ni dormir puede uno en esta casa? Saco mi cabeza de debajo de la almohada y la aviento contra el despertador. Este cae al piso con un sonido estruendoso. Ops... creo que la he jodido, mamá me va a matar. Me incorporo y me bajo de la cama para verificar los daños... Me he salvado por un pelo, ¡ufff! Lo tomo del piso y lo coloco de nuevo en su lugar.

Aún mis ojos se resisten a abrirse, voy al baño, cepillo mis dientes, entre dormida y despierta, lavo mi cara —en realidad solo lanzo el agua sobre ella— y la seco. Bajo de inmediato a la cocina para desayunar, ya que mi estómago ruge como un león.

Mamá y mi tía Mina ya están en la cocina —al igual que todos los días— preparando y alistando los pedidos que deben ser entregados el día de hoy. Toby está sentado a la mesa, a la espera de que todos los encargos estén listos para partir y hacer las entregas a los clientes.

—Buenos días —saludo mientras doy un gran bostezo.

Todos voltean al mismo tiempo, se miran unos a otros, luego a mí y de nuevo entre ellos — mientras yo me mantengo interrogante por la extraña manera en que se están comportando— y se ríen a carcajadas. Entrecierro los ojos, esperando una explicación de alguno de ellos, pero nunca llega.

Comienzo a molestarme por su actitud desesperante —sobre todo por Toby, que casi está revolcándose de la risa—, cruzo los brazos sobre mi pecho y pongo mi cara de malas pulgas —la que ya todos conocen— y entonces mamá es la que se decide a explicar de qué se están riendo.

—¿Hija, acaso olvidaste mirarte al espejo? —Entonces comprendo lo que está pasando.

¡Joder! Conjuro mil clases de maldiciones y subo a toda prisa por las escaleras de regreso al baño. Me coloco frente al espejo y... ¡válgame Dios! ¿Quién es esa maldita cosa horrorosa en el espejo? ¿Acaso Beetlejuice se ha mudado a mi propio baño? Mi cara está cubierta con una crema blanca que coloqué anoche antes de acostarme para prevenir las arrugas —es que uno tiene que cuidarse antes de que las muy hijas de puta te ataquen y te conviertan en un amasijo de carne— y olvidé quitarme la máscara de pestañas que ahora está toda regada alrededor de mis ojos.

Vuelvo a bajar, pero esta vez con actitud desafiante, para retar a que alguno se vuelva a burlar de mí.

—Joder, Cassidy, que casi me matas de un susto, creí que Michael Jackson había resucitado y se montaba el reestreno de Thriller —Toby vuelve a reír a carcajadas. Mamá y mi tía esconden sus caras, pero sé que lo hacen para que no note que están divirtiéndose a mi costa.

—No me parece nada gracioso, idiota —le pego un manotazo en la cabeza.

—Joder, pero ¿qué diablos te pasa Cass?, eso ha dolido —se queja.

—Entonces deja de incordiarme —le exijo.

—A ver, chicos... dejen de pelearse como dos chiquillos —intercede mamá.

—Vamos, Cassidy, toma tu desayuno y luego ve a cambiarte, tienes que ir a comprar el pasaje para tu viaje. —Evito mirarla a la cara.

—Está bien, mamá, no lo he olvidado. —Estoy en problemas.

Una vez que termino el desayuno, subo a mi cuarto y cambio mi ropa, mientras pienso, entre una y otra idea, en cómo conseguir recuperar los quince mil duros que le he dado a mamá para la reparación del auto. Mientras, uno de los vecinos le ha prestado a mamá un pequeño carro para que pueda hacer los repartos, hasta que el mecánico termine la reparación y lo devuelva mañana.

Llamo a mis amigos para ver si alguno de ellos puede prestarme el dinero faltante, pero ninguno dispone de esa cantidad —ya estaba seguro de ello— y decido buscar otras opciones.

Pasaje a la pasionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora