Capítulo 29

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Todas las preocupaciones y el dolor que sentía hasta este momento murieron con esas dos simples palabras... te amo.

Un suave calor recorrió todo mi cuerpo apenas fueron pronunciadas. Me sentí revivir. De nuevo volvía a ser feliz, porque él vino a por mí, a buscarme para devolverme a su vida, para demostrarme que era a mí a quien quería.

Me tomó con pasión y mucha adoración. Como algo delicado e importante en su vida. Sentí su piel contra la mía y fue como tocar el cielo nuevamente con mis dedos. Respiré de su aliento y bebí cada trago de placer que me dio. Lo recibí como el sediento recibe un vaso de agua luego de un largo periodo de sequía. Dejé que con sus besos tatuara cada espacio de mi piel y le permití que me amara como solo él sabía hacerlo. Me entregué a conciencia, le di todo mi placer y cada respiro de aliento. No quería dejar nada dentro de mí, porque quería vaciar mi alma y entregársela entera. Quería descubrir que existía un paraíso donde las ilusiones se convertían en realidad y él era ese paraíso. Estaba dispuesta a darle todo de mí y cuanto más pudiera, mejor.

—¿Sientes lo tanto que te amo, nena? —susurraba cerca de mi oído.

—Sííí, te siento, vida mía. Puedo escuchar cada latido de tu corazón, Jeremy.

—Solo tú, nena, eres tú solamente y nadie más. Eres el comienzo de mi vida, mi principio y mi final.

Su lengua fue un látigo para mi boca. Derramó cada energía en ese beso hasta que me dejó sin aire para respirar. Pero estaba feliz, era la mujer más feliz del planeta.

—Te amo, cielo. —Beso—. Te adoro como a nadie más. —Beso—. Eres mi mujer. —Beso—. Eres mía. —Beso—. Solo mía.

Quería gritar y que todos me escucharan que era amada por ese hombre tan especial.

Me aferré a su cuello con mis brazos y lo atraje a mí para vaciar todo mi amor en un beso. Tomé su boca y la hice mía, devorándola sin piedad. Gemí profundamente porque podía sentir como el fuego se expandía a través de mis venas. Él era mío tanto como yo lo era suya.

Seguí cada movimiento de su cuerpo, quería que él también sintiera lo tanto que lo amaba. Sus embestidas eran violentas, salvajes e interminables. No dejaba espacio para la duda, quería que entendiera que él estaba aquí para quedarse, para entregarme su amor con su cuerpo y con su corazón.

—Cielo, ¡por Dios!, no sabes lo tanto que te extrañé, cómo me dejaste vacío cuando te marchaste. Quiero que me perdones por haber sido tan idiota, pero tienes que entender que nunca antes sentí por otra lo que siento por ti. Pero jamás, óyeme bien, jamás voy a dejar que te alejes nuevamente de mí, porque tú eres mía, cielo, solamente mía —repetía juntito a mi oído.

Su voz era ronca y profunda, y pronunció cada palabra con determinación, sin cesar en sus movimientos castigadores.

—Nunca más me iré de tu lado, Jeremy; eres el amor de mi vida.

Y ese fue el final de nuestra conversación. Nos fundimos durante horas en uno solo, pronunciándolo todo solo con nuestros cuerpos. Se hundió en mí tan profundo que pude sentir como llenaba cada parte de mi ser. Cómo marcaba todo mi cuerpo con sus caricias y con su amor. Nos amamos hasta que nuestros cuerpos ya no pudieron más, hasta que el sueño nos venció y quedamos rendidos en los brazos del uno y del otro.

La mañana nos descubrió con nuestros cuerpos enredados. Sentía como pequeños besos eran esparcidos por mi cara y por mi cuello, y sonreí al recordar que él estaba conmigo, que había venido por mí.

—Hola, cielo. —Abrí los ojos y lo vi frente a mí, hermoso e imponente.

—Hola, amor —le respondí con una sonrisa y con un suave beso en sus labios.

Pasaje a la pasionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora