Capítulo 14

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Ver su hermoso culo postrado a mi merced... no tiene parangón. Ella se resiste a lo que con tanta satisfacción he deseado hacer desde que esta insolente desobediente apareció en la recámara del hotel.

Mi boca se hace agua al imaginar su piel tersa y pálida tornándose de un intenso color rosa... ¡Maldición! Mi pene comienza a hincharse y puja por salir de mis pantalones. Pero esta vez su satisfacción es un protagonista secundario para darle paso al personaje principal de esta magnífica e inquietante obra: el castigo.

—¿Te atreves a insultarme y a irte de mi casa como si fueras una maldita delincuente? —Furia y deseo se combinan en un dúo poderoso y arrasador.

—Pe... pe... pero yo solo... —No la dejo continuar.

—¿Crees que cualquier maldita explicación va a evitar que te salves del castigo que mereces? —digo con voz tensionada y desafiante.

—¡Pero no he hecho nada! —grita nerviosa mientras trata con todas sus fuerzas de soltarse de mi agarre.

—¿Que no has hecho nada? —mi voz hierática retumba en las paredes de la casa—. ¿Te parece poco tratarme como si fuera tu maldito condón personal, que puedes usar y tirar cuando te dé la gana? —respondo entre dientes, totalmente molesto.

—Lo... lo siento, no pretendía ofenderte, solo fue una broma —dice negando con la cabeza. Sus palabras apenas son susurradas.

—Una broma... ¿Y crees que con una simple disculpa lo arreglarás todo? —Nada logrará que evite el placer de poner su culo como un tizón ardiente. Se me hace agua la boca.

—¿¡Acaso eres un maldito lunático!? —grita—. Soy una mujer hecha y derecha para que pretendas tratarme como una mocosa malcria... —La callo con el primer impacto.

—¿Acabas de azotarme? Te has atrevido a ponerme una mano enci... —Otro impacto le sigue.

—Cierra esa sucia boca viperina o vas a recibir más azotes de los que tengo pensado darte y no sabes cómo me complace esa idea —la amenazo, mientras se contorsiona para escapar y evitar el castigo.

—Maldito neandertal de mierda, suéltame ahora mismo o te juro que voy a patear tus bolas tan fuerte que van a dar a tu garganta y haré que te atragantes con ellas. —Sonrío con sus ocurrentes ideas. Ella es un alivio para mi mal humor, aun cuando es la causante de mi actual malestar. Contradictorio... tal vez.

Continúo con los azotes —ella se ha relajado sorprendentemente—, hasta que decido que es suficiente. Pero ahora, cuando veo su culo con ese hermoso color rojo y siento mi mano arder, el deseo se desata, escapándose de control y necesitando saciar mi necesidad de ella. Separo un poco sus piernas —ella ya no opone resistencia— y puedo ver el hermoso y reluciente fluido deslizarse entre sus muslos.

—¿Te ha excitado el castigo, pequeña codiciosa? ¿Sientes como tu deseo está chorreando entre tus piernas? —No responde. Le propino un nuevo azote, pero esta vez atino en medio de su coño. Gime alto—. Responde cuando te hago una maldita pregunta —digo con mi voz ronca y lleno de deseo—. ¿Me quieres dentro de ti? ¿Que hunda mi duro y largo pene en tu pequeña vagina? —Mi cuerpo se sacude y una corriente fría recorre mi espina dorsal.

—No, no te deseo... cavernícola insensible —miente descaradamente, porque su voz agitada y entrecortada la delata.

Introduzco dos dedos en su interior y ella se tensa deliciosamente

—¿Sientes eso, pequeña golosa... ves cómo absorbes mis dedos como una aspiradora dentro de ti, sin ninguna vergüenza? —siseo entre dientes, mi voz más baja y grave—. ¿Sientes cómo tu coño me pide a gritos... quieres que acalle el deseo de tu cuerpo, que aliviane tu desesperación y tu necesidad de mí? —Un deseo ardiente devora mis entrañas y necesito oírla pedirlo, quiero que ruegue que la tome... que reconozca que me necesita dentro de ella.

Pasaje a la pasionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora