16. Brahms el enfermero

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Soltó un jadeo adolorido al intentar levantarse, fijo su mirada en su abdomen, estaba vendado, aún así, dichas vendas se encontraban teñidas de aquel líquido carmesí. Volvió a recostarse, soltando un suspiro agotado, le dolía cada centímetro de su cuerpo, era un dolor soportable, pero doloroso. Aún era de noche y desde esa posición en la que estaba acostado en la cama, tenía una vista perfecta de la luna llena que ha la esa noche, tan llena y blanca, mostrando todo su resplandor a todo aquel que la viese. Casi suelta un chillido al escuchar como la puerta era abierta, y, rápidamente el olor de pollo inundó sus fosas nasales, haciéndolo sentir un hambre que momentos atrás no sentía, hambriento, dirigió su mirada al recién llegado, era ese hombre, era Brahms, aún no de sentía del todo cómodo ante su presencia, pero con el tiempo lo haría.

Sonrió con incomodidad, pero él no le correspondió la sonrisa, o eso creía, no lo podía saber con exactitud, aquella máscara evitaba que supiera la expresión facial que tenía el mayor.

Intento sentarse, pero soltó un jadeo adolorido en cuanto lo intento, Brahms se acercó rápido a él, y lo ayudo a sentarse, su tacto fue suave y rápido, alejándose unos pasos atrás al estar el sentado, y esa reacción por parte del mayor lo hizo pensar en una sola palabra: tierno. Brahms era demasiado tierno, y eso hizo que su sonrisa dejará de ser incómoda, a ser una cálida, llenando de esa calidez el corazón del mayor.

Aún estaba débil, y el plato estaba demasiado caliente, y habían dos opciones en ese momento, la primera era esperar a que se enfriara la sopa, y la segunda era dejar que el enmascarado le diese de comer. Se fue por la segunda, o más bien, Brahms tomó esa decisión por él, extendiéndole la cuchara con sopa, abrió la boca dejando que Brahms lo alimentará, como si de un bebé se tratará.

En cuanto saborea el caldo, lo mantuvo retenido en su boca por un buen rato, no porque supiera rico, era todo lo contrario, sabía horrible, similar a la comida que te dan en el hospital. Tragó algo asqueado, una acción que no pasó de ser percibida por el mayor.

- ¿Sabe horrible?

Tembló al volver a oir la voz tan grave de hombre adulto que poseía el contrario. Con la mirada baja asintió con la cabeza avergonzado.

-No es la mejor de las comidas, y no es deliciosa como la que ti siempre preparas-decia tranquilo, revolviendo la sopa para que se enfriara-Pero considera el hecho de que no soy un experto cocinero con tú.

Soltó una leve risa al final, una risa de la que Noah se contagió, riendo juntos a la par.

-Luego te podría enseñar a cocinar-ofrecio, algo cabizbajo. Brahms tan sólo asintió con la cabeza afirmativo.

El resto de la comida se la pasaron en absoluto silencio, un molesto e incómodo silencio que provocaba que todo se volviera extraño entre los dos. Noah no paraba de recordar lo sucedido, todo se repetía una y otra vez en su cabeza, como un disco rallado.

Sintio como sus bellos se erizaban y un escalofrío recorría toda su columna al sentir el frío tacto de Brahms sobre su piel, quitando las vendas que rodeaban su herida de bala, al estar despejada noto como está había sido cosida nuevamente, era como si un profesional lo hubiera hecho, como si el doctor hubiera ido alli y cocido su abertura, pero no había sido ningún doctor profesional el que lo había hecho, había sido Brahms, el mismo que le estaba desifectando la herida ahora mismo, cambiando sus vendas con tal cuidado de no tocarlo demasiado, no queriendo hacerle doler.

Y eso, de alguna manera lo hacia sentir especial, esa forma en al que lo trataba, la atención con la que lo trataba, toda esa atención y cariño que le mostraba, con cada toque, le gustaba, adoraba todo ese cariño que le mostraba el mayor, pero tenía miedo, temía que le fuera hacer daño, temía que le fuera hacer algo al igual que con Cole. Brahms, por su parte, estaba con la felicidad a flor de piel, que incluso podría saltar de la emoción. No podía dejar de sonreír (pero Noah no podía verlo por la máscara ), lo tenía a su lado, se había ido, pero había vuelto, habia vuelto por él, y eso lo llenaba de dicha.

Su chico estaba con él, y eso era más que suficiente para él, pero le dolía verlo en ese estado tan débil, verlo sufrir le rompía el corazón, él no lo quería ver sufrir nunca más, Brahms deseaba que Noah fuera feliz.

En ninguna ocasión lo dejo sólo, quería estar junto a él si algo llegase a necesitar, arrodillado en el suelo, con los brazos cruzados sobre la cama apoyando su cabeza sobre ellos, viendo con fijés al más joven, intentando inútilmente contar las múltiples pecas que tenia este a lo largo de su cuerpo. Y esto le traía recuerdos a ambos, recuerdos de aquella noche en el hospital.

-Al final si fue real-murmuro de pronto, desconcertado al enmascarado- ¿Esa noche en el hospital, fuiste tú, verdad? -con la mirada en sus manos, asintió levemente con la cabeza-Pff. Al fin de cuentas si era real.

- ¿Eso te molesta? -pregunto temeroso.

Y por un instante sus miradas se conectaron, y las palabras no fueron necesarias, con solo verse los ojos el uno al otro, viendo lo que en verdad sentía el otro, un sentimiento que ambos compartían, fue perfecto.

-No lo estoy-respondio sin más-En realidad estoy feliz. Soy feliz al estar así contigo.

Brahms no aguanto más y lo abrazo con fuerza de la cintura, sorprendiendo al pecoso por la acción precipitada, de a poco lo correspondió, uniéndose ambos en un dulce abrazo, tan lleno de cariño, pero Brahms no quería abrazarlo, él quería hacer otra cosa, quería probar esos labios que lo estaban volviendo loco a cada segundo por sólo querré probar el sabor de estos.

-Quiero que cumplas tu parte del trato-el pecoso lo observo confundido-Hace unos meses hicimos un trato, te dejaba ir a tomar unos tragos con Malcolm, y tu me deberías un favor.

-Si. Es cierto-suspiro- ¿Que quieres que haga?

-Quiero que te quedés conmigo.

¿Niñero? ᴮʳᵃʰᵐˢ ᴴᵉᵉˡˢʰⁱʳᵉ Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora