18. Pequeño y lindo Noah

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Y ahí estaba él, ya recuperado de sus heridas, aunque no del todo, estaba como hace unos días atras, antes de que saliera Brahms del espejo, y ahora se encontraba cuidando de un hombre adulto de treinta y tres años que no se baña, tiene complejo de niño, actitudes machistas, mal carácter y que no tolera que le digan que "NO" y con posible síndrome de Peter Pan. Sin duda era todo un reto convivir junto a Brahms, era como un niño berrinchudo, pero era tolerable, y para Noah las cosas no habían cambiado tanto, ahora en vez de hablar con un muñeco como un loco, hablaba con un mastodonte como de dos metros que de un golpe lo mataría. ¿Lo normal, no?

Cuando bajo por primera vez en una semana a la planta baja, se topó con que todo estaba ordenado, las cosas que se habían roto fueron reparadas, ya no había sangre y el espejo había regresado, sin duda Brahms se había empeñado en ocultar el agujero en la pared.

Pero algo le inquietó. ¿Donde están el cadáver de Cole? ¿Qué le había pasado a Malcolm? ¿Estaba muerto? Y si no era así, ¿En donde estarán Malcolm y Greta? Preguntas y ma preguntas sin responder nublaban su juicio, y el miedo comenzó apoderarse de su ser nuevamente. Sobresalto al sentir la mano de Brahms presionar sobre su hombro, lo vio de reojo, este aún poseía su máscara, nunca se la había quitado, ni por un segundo.

- ¿Brahmsy?

-Pequeño... Lindo.... Mi pequeño y lindo Noah-dijo al abrazarlo por los hombros.

Él había aceptado el quedarse junto a Brahms con la única condición que lo dejaría salir para ir al trabajo y hacer las compras, y desde aquella noche en el cuarto del mayor, este se había puesto mucho más cariñoso con él, y por Dios santo, Noah se moría de la ternura cada que este le mostraba un poco de su cariño, luego de hacerlo se alejaba avergonzado, y era sumamente adorable para el pecoso.

Y tal dominio predijo se alejó tímido entrando a sus pasadizos, algo que ya se le había hecho normal, aunque si, era bastante molesto que se fuera por allí, porque luego le dejaba todo el piso lleno de mugre y era él, el que limpiaba, no Brahms.

Desde el día en el que se dijeron sus verdades el uno al otro, desde ese día todo se había creado una extraña atmósfera entre ambos, que variaba entre comoda e incómoda, era confuso y bastante molesto a decir verdad, y eso a Noah lo estaba hartado, adoraba esas ocasiones en las que Brahms demostraba su cariño por él, pero este siempre se alejaba algo avergonzado, ese se me hacia tierno, pero a la vez no le gustaba en lo más mínimo, en cuanto el mayor se alejaba de él se comenzaba a cuestionar si había escogido bien en quedarse, tal vez, sólo, tal vez Brahms se sentiría más cómodo si una mujer fuese la destinataria de aquella muestra de cariño. El pecoso no sabía que pensar, todo se había tornado tan confuso en menos de veinticuatro horas. El enmascarado por su lado, él estaba con la emoción a flor de piel, era como un sueño hecho realidad, su chico se quedaría con él, su chico también lo amaba (o eso pensaba porque le correspondió el beso), pero algo le venía incómodando desde lo sucedido, algo no andaba bien con Noah y eso lo veía en sus ojos, se notaba angustiado, tenía varias cosas en su cabeza, y él tan sólo quería que su chico no tuviera preocupaciones, quería que fuera feliz junto a él, no deseaba verlo llorar de nuevo. Ya no más.

Only you resonaba por las paredes de la mansión, era The Platters, a Noah le gustaba la letra de esa canción, siempre había deseado poder bailalá junto a ese alguien especial, pero ese alguien especial ahora se encontraba bañándose en el piso superior, él lo había mandado hacerlo, apestaba demasiado y ya no soportaba su olor, no tuvo más remedio que mandarlo a bañarse, ni que fuera un niño como para decirle cuando debía irse a bañar, ese era frustrante. A veces la actitud infantil de Brahms era algo frustrante y algo perturbadora, más aún por la voz de niño que le salía a veces, que antes le sacaba una sonrisa ahora sólo lo hacia dar escalofríos, era aterradora.

Poniéndose de pie, camino hasta donde yacía el teléfono, no tenía la más mínima gana de cocinar él, y era ordenar comida o morir de una intoxicación de la posible comida que hiciera Brahms.

-Che, me gustaría una pizza tamaño familiar con champiñones y queso extra, y una Coca-ordeno en cuanto del otro lado se escucho un "Hola".

-Eh... Si claro, digame la dirección así enviamos al chico de las entregas a su hogar-pidio una joven recepcionista.

- ¿Sabrá usted en donde queda la mansión de los Heelshire?

- ¿La mansión que tiene parecido con el Palacio rosa de Coraline? -pregunto de regreso, sacándole una risa al pecoso por la excelente comparación-Si se en donde queda, la mayoría de las personas del pueblo lo sabe-explico.

-Perfecto-exclamo sonriente-Envien la pizza allí, que yo la espero.

- ¿Eh? -musito estupefacta- Si claro, su pedido saldrá en unos minutos, y se lo enviaremos.

La llamada fue cortada, y Noah, un poco más tranquilo sabiendo que él no cocinaria y Brahms tampoco, se acostó en el gran sillón de la sala de estar, teniendo en frente el televisor, lo encendió y dejo la primera película que se le era interesante el título de esta, bueno, en realidad miento, literalmente dejo de cambiar cuando vio que estaba dando ¿Y donde están las rubias? Y no se le dice que no a las rubias.

Las risas del menor se oían desde el segundo piso, siendo el enmascarado oyente de como Noah repetía lo que decían los actores, "se notaba que no había vista la película ni una sola vez".

Teniendo tan sólo han toalla cubriendo su parte baja, bajo las escaleras por el insistente golpear de lapuerta principal, deteniéndose en la entrada aa la sala, viendo justo como Noah imitaba el baile de las dos rubias de la película de una forma bastante divertida, provocando que soltara una risa, haciéndole ver al menor su presencia en la sala, quien no podía estar más rojo, que no sabría deciros si era por que lo había descubierto bailando de esa forma o si era por que estaba viendo al mayor semidesnudo con sólo una toalla en sus caderas.

-Tocan en la puerta-anuncio, borrando de inmediato ese clímax tan incómodo que se había forjado.

El de pecas no artículo palabra alguna, sólo se alejó rápido de allí como alma que se la lleva el diablo.

Suspiro pesadamente antes de abrir la puerta y recibir su pedido, topándose con la curiosa mirada del repartidor, quien parecía que estaba apreciando la casa antes de que él abriera la puerta, este mismo le sonrió con incomodidad.

-Aquí tiene su pizza, señorita-le sonrió coqueto.

Esa palabra, esa maldita palabra lo hizo sentir como si un balde de agua fría le cayera encima, sin duda lo que más odiaba era que lo confundieran con una mujer y al parecer eso era lo que más le pasaba desde su llegada a Inglaterra, bueno, antes también le sucedía, pero no tan seguido como allí.

-Soy hombre, idiota-bufo, recibiendo la caja de pizza-Y esa sonrisa que tenés ahora no te ayuda en lo más mínimo.

La delicadeza de Noah al hablar era tal para cuál con el andar de un elefante, pisoteando el orgullo del pobre repartidor, más la encantadora sonrisa de Noah, demostrando su superioridad, terminó por hundir el poco orgullo que le quedaba al muchacho. Y desde el interior de las paredes, Brahms observaba la escena con una sonrisa burlona de oreja a oreja, se le era más que fascinante el hecho de que no era necesaria su intervención, que su chico podía ahuyentar a posibles pretendientes con esa actitud tan única que su chico poseía.

¿Niñero? ᴮʳᵃʰᵐˢ ᴴᵉᵉˡˢʰⁱʳᵉ Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora