Tenebrere

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Hoy desperté en una cama por primera vez en años, mi colchón es perfecto y mi ropa de cama es suave y sin hoyos. Después de estirarme y ordenar mi cama me dirigí a la cocina a prepararme el desayuno pero Ada estaba ahí, me saludo sonriente y me sirvió un gran plato de salchichas y huevos. Soy pobre, pero gracias a los amigos del abuelo y de papá las verduras y la carne casi nunca faltan en mi casa. Después de comer me dirigí al patio a entrenar con la lanza, si bien está de moda usar espadas a mí en lo personal me gustan las lanzas, especialmente una llamada iklwa, una lanza usada por los salvajes del territorio sur, es una lanza de mango corto y filo largo, casi como la mescla entre una espada y una lanza. La encontré junto a otros cachivaches escondidas detrás del establo, quizás un ex empleado las escondió para llevársela luego pero lo olvido.

Mientras entrenaba mis movimientos de lanza llego Lowe en su silla de ruedas, Laura venia empujando la silla y al verme sonrió. Lowe se mantuvo en silencio un rato pero luego comenzó a corregir mis movimientos y antes de que me diera cuenta ya me había hecho un plan de entrenamiento, suspire.

Volvimos juntos a la casa, encontré a Nadja acostada en el piso mientras masticaba una salchicha, esta chica es demasiada relajada. Al verme me saludo con su mano y me ofreció parte de su salchicha, antes de que pudiera decir algo Myrd la regaño y le dijo que esa no era forma de tratar a su amo, Nadja solo se encogió de hombros, gesto que le hizo ganarse una reprimenda de Hilda de casi media hora, creo que la única que puede controlarla en esta casa es ella.

Reuní a todos mis esclavos y les dije que haríamos este día, Ada, Laura, Hilde y Myrd irían al mercado a comprar todo lo que faltaba en la casa, incluido los muebles. Les dije que compraran algo digno de un noble pero no demasiado caro, así que les pase varias monedas de platas y unas cuantas de oro. Por otra parte Lowe y yo iríamos al barrio de los artesanos mientras Nadja cuidaría la casa.

Mientras realizaba las preparaciones para salir fui a la habitación de Myrd, tenía la puerta abierta y ella estaba sentada en su cama peinando su caballo, al verme se paró rápidamente y me saludo de manera formal, saque el pequeño saco que había preparado y se lo pase.

- Es mytril, está en forma de pequeñas esferas para que puedas tragarlas fácilmente, según mis cálculos te servirán por 30 días, cuando se acaben avísame para darte 30 más. Después del primer mes iremos al templo a ver tu condición y ahí regularemos las dosis.

- Gracias maestro, está esta agradecida.- Me respondió mientras se arrodillaba, tome sus hombros y la levante.

- Mientras no tengamos visitas no me trates con tanta ceremonia, además acordamos que me llamarían señorito y no amo – Ella me miro, como si buscara algo, luego solo asintió.

Me despedí y fui a mi habitación a buscar lo que había preparado para hoy, diversas esferas de metal que tendría que poner en la bolsa mágica de Lowe, estuve hasta tarde duplicando metales inclusive algunos metales especiales que venían en la colección de minerales que compre, si quería que esto funcionara tendría que ir con todo.

Cuando llegue al recibidor las muchachas ya se habían ido y Nadja seguía en el piso comiendo salchichas ¿Era realmente una buena idea dejarla cuidando la casa? Bueno, no había mucho que robar. Fui a buscar a Lowe a la cocina y empujando su silla de ruedas me dirigí a la plaza donde estaban los cocheros.

Me subí al primero que encontré libre, pero cuando iba a pagarle al cochero me detuve, el cochero era el señor Anderson, un viejo amigo de mi abuelo, el solía vender los materiales y tesoros que mi abuelo traía de sus aventuras. Cuando mi abuelo y mi padre murieron él fue uno de los primeros en ofrecerme apoyo y cuando lo rechace me paso una bolsa con cinco monedas de oro para que pudiese subsistir, si a alguien le debía algo en mi vida era al señor Anderson. ¿Por qué un gran comerciante estaba trabajando de cochero? Le di dos monedas de plata y en vez del mercado le pedí que me llevara a mi casa, Lowe me miro extrañado pero luego se encogió de hombros, el señor Anderson solo asintió.

Mi  truco es ser ricoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora