Capítulo Diecinueve.

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Narra Adele.

Las palabras duelen más que cualquier otra cosa pues, el ser humano lo siente en lo más profundo de su ser, el corazón lo siente y ese tipo de dolor que pareciera que no fuera a cesar nunca, es imposible de curar, tanto duele que a veces respirar se hace difícil.

Mientras que los golpes y heridas físicamente producidas solo duran unos días y luego ya todo termina, el corazón sigue doliendo.

Las palabras que dice el inconsciente lamentablemente las dice sinceramente.

He tenido que salir de allí con rapidez porque no quise pronunciar palabra que pudiera ser dañina, al cruzar la puerta de casa, mi piel sintió el frío de la noche chocar abruptamente con la temperatura que ya traía, tuve que secar mis ojos al viento mientras caminaba a toda velocidad, el cielo comenzó a llorar y yo también.

Sólo la luna ha visto mi lamento o eso creí yo, camino con la mirada y el alma ausente sin cuidado‎ en el camino, el suelo está mojado y las lágrimas se confunden con las gotas de lluvia.

Nunca pensé que de ella pudieran venir palabras tan fuertes hacia mí, de ella que se convirtió en la luz de mis ojos y la persona por la que hago todo lo que hago, por la que aprendí a ser mamá sin serlo. Por esa vida tan pequeña de la que yo decidí hacerme cargo cuando ni siquiera sabía que haría con la mía. De la persona por la que voluntariamente dejé de vivir muchas cosas en mi vida por estar ahí para ella.

Tal vez esta era la forma que encontró el universo para una vez más demostrarme que me equivoqué dejando entrar a Simón en mi vida. Tal vez esta era la forma de demostrarme que había perdido mi tiempo y desperdiciado diez años de mi vida, diez años que nunca van a volver.

Yo me conocía más que nadie en este mundo y me preocupaba la mezcla de sentimientos que reposaban en mi pecho, todo se resumía en cansancio pero había algo más.

Un alto era necesario y tal vez esas palabras de Olivia hacía mí eran la señal que yo necesitaba.

Metí mis manos en mis bolsillos buscando calor, me percaté entonces que me había alejado bastante de casa y mi llanto se intensificó, iba caminando sin rumbo alguno. Quise llamar a Rich, lo necesitaba, pero no tenía mi teléfono conmigo.

De repente escuché unos pasos levantando el agua de la acera, unos pasos que eran diferentes a los míos.

Me giré hacia atrás y vi un hombre, ambos cruzamos miradas. Yo acelero mi paso pero me siento tentada a correr sin control cuando lo siento más cerca, fue ahí entonces cuando recordé la razón de todo este desastre, por un momento me olvidé por completo que teníamos a personas completamente desconocidas vigilando cada paso que dábamos.

Casi dos cuadras transcurrieron y aquel hombre seguía tras mío, me cambié de acera y él lo hizo también, empuñé mis manos dentro de mi blazer, sentía miedo, caminaba con la cabeza baja viendo mis pasos y los de aquel hombre.

Cada vez se acercaba más y yo no tuve más opción que correr, lo escuché correr tras de mí, mi corazón latía tan fuerte que casi podía jurar que los sentía en mi cabeza, al girar en la esquina, me encontré con una calle sin salida que nunca en mi vida vi antes, me detuve en seco y el cuerpo de aquel hombre chocó con el mío, estrechó mi cuerpo fuertemente contra un muro quedando acorralada completamente.

— Solo bastó con ver su cara en una foto y se me quedó grabada. — Dijo con su antebrazo apoyado en mi pecho, me impedía respirar bien, me intente zafar pero aunque yo era mas alta, no pude, su fuerza era mayor y yo estaba casi petrificada del miedo. Con su otra mano él comenzó a tocar mi cuerpo.

Relajé mi cuerpo dejando de ejercer oposición a sus actos con la intención de que él también dejara de ejercer tanta fuerza sobre mí, con dificultad sacó su teléfono y llamó a alguien más.

Strangers By NatureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora