Capítulo Cincuenta y uno.

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Viernes.

Adkins, te ves adorable. Debo decir que te luce.

— Lo dices porque no me veías hace días.

— No, de verdad — Lizbeth rió sólo un poco. — Lo digo honestamente.

— Gracias, supongo. No veo la hora de conocerla, me hace mucha ilusión.

— Puedo imaginarlo.

— ¿Estás bien, Liz? Te noto algo cabizbaja.

— La verdad es que no, no lo sé, cargo hoy una tristeza que se asemeja a la nostalgia que no entiendo de dónde viene ni por qué.

— Todos tenemos días así, Liz.

— Es extenuante tener la cabeza en todos lados y en ninguna.

— Ayer fue el cumpleaños de tu mamá, es eso ¿verdad?

— No la llamé, no la felicité por primera vez en toda mi vida. Y es raro porque siento la misma sensación que me deja el hablar con ella, es un vacío, es saber que no le importo, que me odia, que va a pensar siempre que soy su más grande decepción.

— ¿Recuerdas lo que te dije alguna vez?

— Por supuesto, me lo repito siempre, hay personas que duelen igual cuando están o cuando no están pero hacen más daño cuando están.

— Y por más que te hagan falta, es mejor no traerlas de vuelta, Liz.

Lizbeth soltó una carcajada y Adele la miró confundida.

— ¿Te acuerdas cuando te prohibió la entrada a casa? — Lizbeth le dio un codazo en su brazo.

Esta vez fue Adele quien rió.

— ¿Cómo fue que llegó a esa conclusión?

— Le dije que me gustaba una chica.

— Pero tú estabas por ayudarte ¿no? Lógicamente iba a pensar que era yo si nos la pasábamos juntas todo el tiempo. Mi mamá no apostaba un peso por nuestra amistad. Por lo diferentes que somos.

— ¿Yo? ¿Siendo considerada la mala influencia? Qué sorpresa, cuando en realidad eras tú. — Dijo Lizbeth.

— ¿Yo? ¿De que hablas?

— "Vamos a caminar por ahí" me decías y siempre terminábamos metidas en algún pub de mala muerte, mi primera borrachera fue tu culpa, mi primer cigarrillo también fue tu culpa y qué decir del día que me convenciste de tomarnos esa pasta maravilla.

— Éramos jovencitas, había que disfrutar y no me digas que no la pasábamos bien. Luego con la universidad, te diste cuenta que tan mala influencia no soy porque nos graduamos con las mejores notas.

— Me gustaría volver a esos tiempos. ¿A ti no?

— Claro que me gustaría volver a nuestra época de pubs. Aunque tal vez más que todo por las reminiscencias. Lo queramos o no, sólo tenemos tres alternativas:
El ayer, el presente y el mañana.
Y ni siquiera tres porque como dice el filósofo
El ayer es ayer, nos pertenece sólo en el recuerdo:
A la rosa que ya se deshojó, no se le puede sacar otro pétalo. Entonces volver a un tiempo que ya pasó, no traería el mismo sentimiento. Ni las personas que allí estuvieron algún día.
Las cartas por jugar, son solamente dos:
El presente y el día de mañana.
Y ni siquiera dos
Porque es un hecho bien establecido
Que el presente no existe
Sino en la medida en que se hace pasado,
Y ya pasó, como la juventud loca y desenfrenada.
En resumidas cuentas
Sólo nos va quedando el mañana:
Yo levanto mi copa, inexistente en este momento,
Por ese día que no llega nunca
Pero que es lo único
De lo que realmente disponemos y de lo único que necesitamos para ser felices.

Strangers By NatureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora