Capítulo Treinta.

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El enigmático ambiente que se respiraba en el quirófano era adictivo para Adele y todos los allí presentes.

Es retar al destino. Es no saber nunca que pasará y si al abrir las puertas, las mismas vidas que entraron, saldrán.

Es retar a un Dios si se quiere.
Es rezar porque tu mano no tiemble mientras el bisturí pasa por encima de la piel cortando todo a su paso. Es quitarle, en muchos casos, almas a la muerte.

— ¿Estamos listos?

— Doctora, a su orden.

— ¿Estás listo, Thomas?

— Sí, doctora.

— Procedamos entonces, cuenta conmigo desde 10 hasta 1.

El pequeño comenzó a hacerlo y en la mitad de la cuenta regresiva, quedó completamente sedado.

El auxiliar puso en manos de Adele el bisturí y comenzó a cortar en el pecho del niño. El reloj comenzó a contar los segundos.

(...)

— Y entonces ¿estás feliz con tu papá?

— Feliz lo que se dice feliz feliz feliz, no. — Elena escondió una pequeña risa tapando su boca con su mano. — O sea, me hace falta y estoy tratando de disfrutar este tiempo con él pero es que no puedo mentirme a mí misma, a papá lo veo diferente desde que le fue infiel a mi mamá.

— ¿En qué sentido?

— Me decepcioné de él y de todo lo que yo pensé que era y eso es difícil de solucionar, decepcionarse de una persona que quieres duele y duele mucho.

— ¿Estás segura que quieres que estudiemos en su casa?

— No me gusta estar en la biblioteca y en tu casa no se puede porque no tienes llaves y tu mamá no estará. — Dijo Olivia.

— ¿Le has hablado de mí?

— No sabe que existes, hoy se entera, aunque bueno, ya te conté que Nicholas accidentalmente lo hizo — Ambas rieron. Olivia siguió hablando pero Elena simplemente dejó de escuchar.

— Tienes unos ojos muy bonitos.

— No me digas esas cosas porque me da vergüenza ponerme roja.

El claxon del auto de Paula les sacó un buen susto. Se alejaron una de la otra casi por inercia.

— Mucho gusto, señora. — Dijo Elena nerviosa subiendo al auto, sentía que la presión sobre ella era mayor y no quería ocasionarle problemas a Olivia con su familia.

En el auto Nicholas no dejaba de mirar a Elena pero cada que ella lo miraba, él pequeño sonreía. En el recorrido sólo hablaron Paula y Nicholas, las jóvenes hablaban en susurros entre ellas dos solamente.

Llegaron a casa y Simón los esperaba en la puerta.

— Hola papá.

— Hola señor. — Dijo Elena extendiendo su mano mirándolo directo a los ojos. — Mucho gusto, Elena.

— Un gusto Elena, no sabía que venías con visita Olivia, si hubieras avisado podíamos cocinar algo especial para recibirla.

— Es que no viene de visita, viene porque vamos a estudiar y a hacer nuestro trabajo de artes.

— Entiendo, dejen los bolsos en la sala y coman algo antes.

— Lo haremos pero prefiero que dejemos las cosas en el cuarto, vamos Elena.

Olivia le hizo señas a Elena de que la siguiera y así lo hizo, se detuvieron en seco cuando escucharon la voz de Simón nuevamente.

— No, van a hacer lo que tengan que hacer en el estudio o en la sala.

Strangers By NatureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora