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Existen diversas emociones en el mundo y todavía me cuesta creer que, a pesar de todos los altibajos a los que nos enfrentamos durante nuestra vida, jamás estamos, lo suficientemente, preparados para aceptar una pérdida.

¿Por qué nunca estamos listos para enfrentar la muerte?

Si de algo debemos estar, cien por ciento, seguros en esta vida, es precisamente de morir. Es nuestro destino y es totalmente natural e inevitable.

Cada año, nos acostumbramos a celebrar un año más de vida, pero nadie se pone a pensar que, también, es un año menos en este mundo. ¿Por qué no nos inculcan eso desde pequeños? Tal vez, de esa forma, se nos haga más fácil la manera de enfrentar la muerte.

Mis padres murieron hace un mes, en un accidente de auto en el que, una luz roja fue ignorada por un par de personas alcoholizadas, quienes no se preocuparon por atentar contra la vida de inocentes.

Se siente horrible decirle adiós a las personas que me acompañaron a lo largo de mi vida, durante casi tres décadas. Ellos fueron los únicos que se preocuparon por mí y me aceptaron, sin importarles nada más que, el hecho de ser su hija.

No sé qué haré, ahora que no están.

Mi vida es simplemente aburrida y no tengo muchas amistades en esta gran ciudad, por no decir que ninguna.

Lo complicado viene ahora, pues, debo visitar a mi única tía para poder darle la mala noticia. Llevo días intentando contactarla y su teléfono fijo, parece no funcionar. No se me ocurre otra manera de avisarle, más que yendo a verla. No la recuerdo mucho; cuando nos fuimos, ella también era una niña.

¿Cómo le explico que su único hermano murió, sin quebrarme delante de ella? Al menos, no debo preocuparme por la familia de mi madre, pues no hay a nadie a quién avisar.

Hago mi maleta, preparando ropa para un par de semanas y alisto mi auto para un viaje largo; más de lo que desearía. Si pudiera, evitaba ir a ese lugar tan poco atractivo.

Desde pequeña, me daba miedo el pueblo donde crecieron mis padres. Para empezar, se encuentra en la sierra, bastante alejado de la civilización y, como si eso no fuera suficiente, hasta allá no llega la señal de celular, y del internet, ni hablar.

Por supuesto, eso fue un motivo más para irnos de ese lugar, cuando yo era pequeña, así que mis memorias no son las mejores respecto a éste. Solo recuerdo una infancia llena de miradas incomodas y de habladurías por parte de la gente. Nunca comprendí, por qué eran así conmigo, pero agradezco que mis padres tomaran la decisión de sacarme de ahí. Afortunadamente, corrieron con más suerte en la ciudad e incluso tuvimos una vida mucho más cómoda y sin necesidades económicas.

Comienzo mi travesía y la carretera se vuelve un infinito sobre la tierra; con cada kilómetro que dejo atrás, descubro que el camino se convierte en otro, más difícil e inaccesible. Me es necesario el parar, en diversas ocasiones, para estirar mis piernas e hidratarme.

¿Por qué decidí emprender un viaje por carretera que durará más de seis horas?

Oh, cierto, porque no hay otra manera de acceder a ese horrible lugar.

El estar a la mitad de la sierra, vuelve inaccesible al pueblo y conforme me acerco, me doy cuenta que, ni siquiera hay caminos pavimentados.

El calor infernal se vuelve más insoportable conforme las horas, y el sol, avanzan. No sirve de nada bajar las ventanas, pues el viento ni siquiera refresca; el aire acondicionado de mi auto es lo único que impide que me derrita como hielo en pleno desierto.

Ardiente tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora