Cuando menos esperas que la vida te sorprenda, ésta da un paso adelante y termina poniendo ante ti, lo que menos esperas.
Afortunadamente, con gran ayuda de algunas cervezas más, el sueño me venció y desconozco a qué hora regresó Fernanda o si es que llegó hasta el amanecer. No quisiera saber o, mejor dicho, no quisiera comprobar lo evidente.
¿De qué se trata todo?
¿Soy el juguete de las hermanas Lagarde?
¿Fernanda también está con ellas?
¿Las odio? Probablemente no, porque odio más el haber venido a este pueblo.
—¿Te encuentras bien? —Edgar interrumpe mis pensamientos.
—Sí —respondo autómata—. ¿Decías algo?
—Llevas casi diez minutos limpiando la misma mesa —susurra tomando la escoba con ambas manos y se recarga en ellas— y ni siquiera está sucia.
—Lo siento.
—Conmigo no es el problema —dice con pena—; pero ya sabes cómo es Fer.
—Oye, por cierto —aprovecho que Fernanda está en la cocina para hablar con él—. ¿Cuánto llevas trabajando aquí?
—Muy poco en realidad —intenta hacer memoria—; comencé un par de semanas antes de que llegaras al pueblo. ¿Por qué?
—Curiosidad.
Doblo el paño con el que limpiaba la mesa y Edgar observa cada uno de mis movimientos, como si quisiera decirme algo más.
—Me costó trabajo lograr que Fernanda aceptara —menciona, por fin.
—¿No quería? —pregunto extrañada.
—No sé sus motivos, pero supongo que era porque en su anuncio ella buscaba una chica y no a mí.
—Eso es discriminación laboral, ¿lo sabías? —intento bromear al verlo contrariado.
—¿Así le llaman? —pregunta sorprendido.
Supongo que Edgar, al igual que muchos, si no es que la mayoría, de los que nacen y viven aquí, no ha salido del pueblo y no conoce muchas cosas.
—Sí, pero bueno, ese no es el punto —le resto importancia—. ¿Por qué terminó aceptándote a ti?
—Porque nadie más solicitó el empleo —se ríe de su gran hazaña para haber sido elegido.
—Oh —analizo su respuesta y sin pensarlo, me atrevo a hablar—. ¿Es por las desapariciones? —susurro la última palabra intentando ser discreta.
—¿Cómo sabes eso? —se sorprende y me hace una seña para que salgamos.
Sin dudarlo, y con cuidado de no hacer ruido, salimos a la banqueta, poniendo aún más distancia entre Fernanda y nosotros.
—Todo el pueblo lo sabe, ¿no? —retomo el tema.
—No exactamente.
—¿A qué te refieres?
No entiendo nada de lo que dice.
—¿Qué te dijo Fernanda?
—Nada, solamente que habían desaparecido adolescentes, pero probablemente sólo se hayan ido del pueblo —explico—. Ah, y que tuviera cuidado —añado.
No pienso darle los detalles que me dijeron Caro y Lucy, solo espero a que él diga algo más.
—No creo que se hayan ido —menciona convencido—. Eso es lo que dice mi padre. Casualmente jamás se han encontrado pistas.
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Ardiente tentación
Mystery / Thriller¿Alguna vez has sentido que odias un lugar, pero, por más que quieres, no logras salir de ahí? Amelia regresa al pueblo que la vio nacer y, a pesar de todos los contras que esto implica, comienza a familiarizarse con el lugar; un sitio en el que tod...