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Es terrible el tener que soltar a quien más quieres, para buscar su bienestar.

Así me pasa con Fernanda.

Estoy segura que, si le cuento lo que sucedió en la hacienda, se volvería loca y querría ir a enfrentarlas, sin estar lo suficientemente preparada, y lo peor de todo es que se sacrificaría por mí.

Necesito alejarme de ella, pero antes de eso, tengo que ver a Caro.

—¿Amelia? —Fernanda se encuentra de pie afuera de la casa, por lo que parece, esperándome. —Dime por favor que no fuiste con ellas.

—Ahora no tengo tiempo, ¿sabes si Caro está en casa?

—Se acaba de ir con José —responde negando—. ¿Dónde estabas?

—Tengo que ir a verla.

—¡Amelia!

Dejo a Fernanda con la palabra en la boca y desconcertada, pero no puedo perder más el tiempo.

Camino de prisa por las calles del pueblo, esperando encontrarme con Caro y cuando mis esperanzas están casi por los suelos, la diviso cerca de la plaza, muy feliz y sonriente del brazo de José.

Perfecto, así están ambos.

—Hola —saludo algo agitada e interrumpiendo su melosidad.

—Hola Amelia —responde José un poco perdido y se concentra en averiguar el motivo de mi presencia—. ¿Todo está bien?

—Sí, sí, todo bien... Bueno, tengo una pregunta que, tal vez, se les haga extraña —menciono preparando el terreno—, pero no logro sacar esa duda de mi cabeza.

—¿De qué se trata? —cuestiona Caro preocupada y, de repente, comprende que no deseo hablar hasta que sepa que es seguro— Puedes hablar tranquila —me confirma—, José está al corriente de la situación. ¿Quieres contarme algo sobre Dolores?

—No exactamente —aclaro dudosa—. Estaba recordando que, cuando llegué al pueblo, vi a una mujer a las afueras, cerca del poblado vecino —miento inventando una excusa—. ¿Tendrán alguna foto de tu prima? —le pregunto a José.

Ligeramente tembloroso, saca su cartera y la abre en busca de algo, pero sus manos le hacen una mala jugada y termina por soltarla al suelo, revelando todo su contenido, el cual se esparce ante nuestra vista.

—¿Piensas que pudo ser ella? —pregunta emocionado, sin darle importancia al ligero accidente previo.

—No. No quiero levantar falsas esperanzas en ti, pero nada pierdo con conocerla, aunque sea en foto.

José agacha la mirada controlando su emoción y me inclino junto con él para poder recoger su dinero, credenciales y el resto de papeleros que salieron desperdigados, mientras Caro me observa con el rostro dudoso.

—¿Segura que es solo por eso Amelia? —cuestiona con un tono de desconfianza.

—¿Por qué más sería?

Justo en el momento en el que ella me responde, no puedo comprender sus suposiciones pues mi vista se pierde en una pequeña foto donde sale la familia de José. En ésta se aprecian su abuela, personas mayores que supongo son sus tíos y sus padres, y también está él y algunos jóvenes más.

Entre ellos, la mujer que vi hoy.

No lo puedo creer.

Definitivamente, es ella.

—¿Amelia? —la voz de Caro interrumpe mi concentración ante la foto— ¿Te encuentras bien?

Asiento, entregándole a José el dinero que recogí y la foto algo maltratada.

Ardiente tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora