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De todos los motivos que enlisté mentalmente para irme de aquí, ninguno sirvió. Todos se fueron al caño, cuando un solo roce hizo que me olvidara del resto y confirmara que, mi estancia en este pueblo no será pasajera.

Mis barreras se eliminaron en cuanto sentí los labios de Ámbar tocar los míos.

Mi razón me dice que algo está mal, porque yo no creo en nada de esto; pero, después de verlo con mis propios ojos, es imposible decir que no sucedió.

¿Qué demonios hizo conmigo?

¿Qué está pasando ahora?

Sé que hay algo superior de lo que ellas gozan, pero no me queda claro lo que es exactamente.

A pesar del miedo y a pesar de todo, no puedo negarme a esto, es algo que va más allá de mi fuerza de voluntad y sé que no quiero alejarme; no ahora.

—¿Entonces?

La voz de Ámbar me regresa a la realidad, obligándome a abrir los ojos. En cuanto lo hago, un sobresalto me toma por sorpresa, al descubrir que ambas se encuentran mirándome fijamente.

—No pienso huir —respondo con voz baja pero lo suficientemente audible.

—Sabíamos que no lo harías —Amira por fin cede con su actitud.

—¿Por qué? —cuestiona Ámbar, quien parece insegura.

—Porque quiero saber más de ti, de ustedes —rectifico al sentir la mirada de Amira sobre mí—. No saldré huyendo.

—Así que solo es curiosidad —se desilusiona.

—¡No! —intento arreglar— Si me causa curiosidad, pero también es por este algo que nunca había sentido.

—¿Y qué es ese algo? —Amira se acerca a mí y extiende su brazo para acariciar mi hombro.

—Es...

Mis palabras se interrumpen cuando siento su contacto y mi piel se eriza de inmediato; no es la misma sensación que con Ámbar, es diferente. Siento como si un calor especial invadiera mi ser y me brindará una tranquilidad absoluta.

—Amelia. —Separa su mano de mí y sonríe a modo de disculpa. —Lo siento.

—¿Por qué? —les pregunto intercambiando miradas— ¿Por qué me hacen sentir esto?

—Es difícil explicarlo.

—Y yo tengo tiempo para saberlo.

Ambas toman asiento invitándome también, y en ese momento me percato de que, en su mesa, únicamente hay tres lugares.

—Amelia, comprenderás que no podemos saturarte de información, pero sabrás lo necesario —me explica Amira—; todo será a su tiempo.

—¿Qué fue lo que hiciste después de herirme? —pregunto a Ámbar quién no despega su vista de mí.

—Te curé.

—Eso ya lo sé, ¿cómo lo hiciste?

Las dos voltean a verse, y sin necesidad de palabras intercambian un par de miradas asintiendo de inmediato y tomando un gran respiro para poder comenzar a hablar.

—Hace muchos años —Ámbar comienza la explicación—, en este pueblo, había una familia que se dedicaba a ayudar a la gente gracias a que sus tierras tenían lo necesario para su manutención.

—Ustedes —infiero, pero ambas niegan.

—Si interrumpes, no podremos contar la historia —me advierte.

Ardiente tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora