Todo el mundo guarda secretos y es algo tan normal como respirar. Aunque, no siempre es lo mejor. La carga que nos producen es tan pesada que a veces no sabemos qué hacer con ellos o cómo liberarlos.
—Entonces, ¿no tienes nada qué contarme? —pregunto a Fernanda, mientras ella acomoda algunas cosas en la sala.
—¿Otra vez con eso, Amelia?
Su tono es cansado, como cada vez que toco el tema. Sé que la tengo harta, pero no descansaré hasta que me diga la verdad.
—Ya pasó una semana y no, eso no va a hacer que olvide que saliste durante la noche y por varios días seguidos.
—¿A dónde quieres llegar con tus suposiciones?
Masajea el puente de su nariz, mientras voltea a verme con una mirada cansada que me suplica dejar el tema por la paz.
—Solo quiero saber qué haces por las noches.
—Nada que te incumba.
—Me incumbe porque me importas Fer.
—¿Te importo o solo quieres controlarme? —se burla— Porque, déjame decirte que, al contrario, yo sí me preocupo por ti y no quiero que nada malo te pase. A pesar de ello, no te freno cuando vas a la hacienda. Tú sabes que ahí, sí pasa algo.
—Jamás intentaría controlarte. Es cierto, me importas y —aprovecho para tocar el tema— no quisiera que fueras una victima más de las desapariciones.
—¿Estás bromeando? —se ríe de mis palabras— Amelia, olvida eso, ya te dije que aquí no pasa nada.
—¿Y por qué me lo advertiste en un inicio?
Busco su mirada y veo que comienza a ponerse nerviosa porque me evita, además sus dedos tamborilean sobre el sofá y busca serenar su respiración antes de responder.
—Te conté lo que se rumora en el pueblo, solo eso.
—Eso no es normal Fer —le aclaro—. No me vengas con el cuento que no pasa nada porque ni tú misma te lo crees. A menos que sepas algo.
Su mirada por fin responde a la mía y entrecierra los ojos intentando descifrar mis palabras.
—¿Qué insinúas?
—¿Tengo algo que insinuar?
—¿Sabes qué? —Exhala pesado. —Déjalo. No es justo que, a pesar de todo, desconfíes de mí, Amelia.
—Entonces no me hagas desconfiar.
—Es que... —se exaspera al no encontrar la explicación correcta— Te juro que cuando me ausento por las noches, no es nada de lo que estás pensando.
Bien. Al menos acepta que hay días en los que no duerme aquí.
—¿Entonces?
—Amelia. No te preocupes, por favor. No es nada malo, al menos no para ti o para nadie más. Todo es cosa mía.
Un manto de tristeza cubre sus ojos repentinamente y sospecho que algo no marcha bien. Fernanda siempre es alegre, e incluso cuando está molesta, el brillo de sus ojos no desaparece.
—¿Qué ocultas Fer?
—Todo está bien.
Otra vez una mentira.
Me acerco para abrazarla y escucho su respiración entrecortada, como si estuviera reteniendo su llanto. Intenta mantenerse fuerte, pero entre mis brazos luce tan pequeña que, me dan ganas de no soltarla.
¿Qué pasa con ella?
—Todo estará bien. No sé qué es lo que pasa, pero voy a creer en ti —le aseguro—. Tranquila.
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Ardiente tentación
Mystery / Thriller¿Alguna vez has sentido que odias un lugar, pero, por más que quieres, no logras salir de ahí? Amelia regresa al pueblo que la vio nacer y, a pesar de todos los contras que esto implica, comienza a familiarizarse con el lugar; un sitio en el que tod...