Desde que llegué al pueblo, nunca había tenido una noche con tanta paz como el día de hoy. Fue increíble el irme a dormir con los vestigios de los labios de Fernanda sobre los míos, su aroma y esa mirada que no puedo olvidar tras decirle que la quiero.
No hubo respuesta.
No hubo más besos.
Pero eso no importa, con que ella lo sepa, me basta.
—Tierra llamando a Amelia. —Fernanda coloca una mano cerca de su boca intentando hacer eco.
—¿Decías algo? No te escuché —respondo al salir del trance.
—¿Piensas barrer o es que deseas que la escoba se convierta en un medio de transporte? —se burla Fernanda.
—Grosera.
—Las malas costumbres se pegan —bromea.
Nuestra risa nos invade y Edgar nos voltea a ver con una mirada algo extraña, sorprendido por tan buena actitud que se percibe.
—Asustas a la gente. —Golpeo levemente su hombro para que deje de molestar.
—Y tú. —Coloca un dedo sobre mi pecho señalándome, sin importarle que Edgar presencie todo. —Llevas minutos con esa escoba en las manos y ni barres ni haces nada. ¿Estás bien?
—Mejor que bien —respondo con una sonrisa enorme y guiñando un ojo—. Resulta que, ayer tuve un buen incentivo —susurro.
—¡Amelia! Lo dices como si...
No termina su frase porque sus mejillas se sonrojan con facilidad, provocando que me ría de ella y su incomodidad aumente.
—Mejor me concentro en limpiar, antes de que...
—¡Amelia!
Tras lanzarme una mirada de reproche que corona sus enrojecidas mejillas, se adentra en la cocina dejándome con una sonrisa bastante boba.
—Me da gusto que se lleven mejor —menciona Edgar cuando me hacer o hacia dónde él está.
—Un poco, sí.
—Es bueno verlas contentas.
Continuamos limpiando y levantando las mesas hasta que todo queda limpio y Fernanda está satisfecha con el resultado.
Es la primera vez que Edgar se queda hasta el cierre, pero supongo que lo hizo para ayudarme, después de ver mi gran distracción durante todo el día.
—Amelia, olvidé decirte algo —comenta Edgar antes de irse—. Lo olvidé, lo siento, pero las Lagarde dijeron que si podrías pasar por la hacienda esta tarde.
Fernanda finge no escuchar las palabras de Edgar mientras cierra la puerta y la asegura, pero sus ojos me muestran su desilusión al saber que continúo ahí.
¿Por qué no me pudo decir esto cuando Fernanda no estaba presente?
—Gracias Ed.
—Hasta mañana —se despide con gran actitud y lo vemos alejarse por los portales.
Cuando volteo hacia Fernanda, ella ya se encuentra caminando en dirección a la casa.
—Fer —la llamo.
—Te veo en un rato Amelia.
—Fer. —La tomo del brazo haciendo que gire hacia mí. —Escúchame.
—No necesito una excusa más Amelia, solo déjame ir.
Se suelta de mi agarre para comenzar a caminar, pero no puedo dejarla ir así de fácil, no después de tanto que avanzamos.
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Ardiente tentación
Mystery / Thriller¿Alguna vez has sentido que odias un lugar, pero, por más que quieres, no logras salir de ahí? Amelia regresa al pueblo que la vio nacer y, a pesar de todos los contras que esto implica, comienza a familiarizarse con el lugar; un sitio en el que tod...