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Fernanda

Cuando Amelia llegó al pueblo jamás imaginé que voltearía mi mundo de cabeza con su sola presencia. Es difícil coincidir con una persona que te desestabilice sin esperarlo.

Amelia es así.

Amelia es esa luz que le faltaba a mi aburrida y monótona vida, pero también es esa tormenta que llegó sin avisar y que, a pesar de todo, sigue causando estragos en mi vida con tanto estruendo.

Es esa mujer que llegó a mí para demostrarme que a pesar de que, soy feliz y tengo todo lo que deseo, puedo ambicionar más, y ahora la ambiciono a ella.

Lamentablemente, no todo es posible en esta vida.

Es mi sobrina.

La sangre habla más allá del corazón y aunque los sentimientos quieran salir y fluir, como si nada importara más, el recuerdo de aquella relación, que va más allá de ser simples conocidas, se encarga de dejarme caer de mi nube sin avisar.

¿Por qué tienen que ser así las cosas?

No me gusta quejarme, pero ahora reniego de la vida que me tocó, si ésta no incluye a Amelia en mi día a día.

Desde que dejó la casa, siento que el tiempo se ha detenido y ni siquiera han pasado más que algunos días. Su ausencia pesa en cada momento; cuando no está para observarme con esos ojos que parece que me atraviesan hasta el alma; cuando no hay quien me moleste durante el día o haga bromas con Edgar en Las Cazuelas; cuando llego a casa y vuelvo a mi rutina de siempre, en la cual la soledad es mi única compañía en una tarde de cervezas y la noche se hace larga, mientras la casa parece cada día más grande.

Los únicos días que he ido a la hacienda, ruego por verla, pero nunca es posible, porque parece no estar ahí.

No sé si se esconde.

No sé si me huye.

No sé si está bien.

No sé si me extraña.

A pesar de no tener respuesta a todas mis dudas, yo la busco en cada esquina, espero verla en la hacienda, siento que me hace falta y definitivamente, sí, la extraño.

En estos momentos lo único que quisiera es que entrara por esa puerta, con su sonrisa tan brillante como siempre y que me abrazara o me besara, sin importarle que soy renuente a lo nuestro.

Por ello le dije que nos fuéramos.

Lástima que fue ella quien decidió partir, pero yo no formaba parte de esa libertad.

Ya me imagino lo que me diría Dolores, seguramente me daría un jalón de orejas, como decía ella, por indecisa. Por no arriesgar, a pesar de que la situación no se encuentre de nuestro lado.

Dolores.

¡Cómo la extraño!

Su carta viene a mi mente y abro el cajón de mi buró para poder sacar el sobre que tantas noches he deseado abrir, pero no me animo a leer. Ahora veo que fue una gran idea guardarlo y abrirlo en un momento como éste, en el que más necesito de la mujer que fue más que una madre para mí.

Al abrir el sobre, su aroma se encuentra impregnado en la hoja y al desdoblarla, y dejar su letra al descubierto, siento que mi corazón se acelera con esa mínima presencia suya. No logro evitar que una lágrima se escurra por mi mejilla y tomó un respiro intentando recobrar una fuera inexistente que me ayude a leer con claridad.

Mi niña,

Comienzo a creer que mis días están contados y no quiero dejar esta vida, sin hacerte saber lo que tanto deseo. Debes comprender que, si estás leyendo esto, es porque mi muerte ha llegado y no quiero que sufras por ello.

Ardiente tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora