Siempre que extrañas a alguien, esperas encontrarte con esa persona, aunque sea por un momento. Así me pasa ahora con Fernanda, quisiera volver a escuchar su voz o iluminarme con su sonrisa y esa felicidad que irradia día con día.
Creo que no pido mucho, aunque siempre la pido a ella.
Tantos días sin Fernanda terminarán por volverme loca. A pesar de que fue mi decisión y me alejé por mí bien, no puedo dejar de lamentarme diariamente, por haberla dejado sola y por no haber podido hacer algo más para salvar lo nuestro
Lo nuestro.
Tan perfecto que sería, si eso pudiera ser real.
Sin importar que me duela tanto estar lejos de Fernanda, también estoy feliz de que esté a salvo.
Todos los días intento indagar un poco dentro de la hacienda y, cada día me convenzo más de que en cada habitación que se encuentra cerrada, existe algo que están ocultando; el problema es descubrir qué es y por ello debo mantenerme cerca y con las Lagarde de aliadas, a pesar de que ya no soporto estar cerca de ellas; no después de saber la clase de personas que son.
¿Cómo pueden disfrazar tan bien su verdadero rostro? Aun no puedo creer que sean capaces de tantas cosas.
No sé cómo, pero necesito hacer que todos sepan quiénes son en realidad.
Amira no deja de hablar y de explicarme, una y mil veces, cómo saber cuándo la cosecha está en su punto y cuándo es necesario esperar un poco más, pero no puedo prestarle atención; lo único que quiero es llegar a la hacienda para poder dejar la canasta tan pesada que vengo cargando desde hace más de una hora.
La vida con ellas es así; en el día, el tiempo se nos va en el campo y por las tardes, me encierro en mi nueva habitación intentando alejarme de ellas con alguna de mis mil excusas que, pronto se volverán escasas.
—¿Me estás escuchando Amelia? —pregunta Amira mientras agita una mano enfrente de mi rostro.
—Me distraje viendo el paisaje —me excuso—. Además, tengo mucho calor y ya me cansé.
—Te decía que creo que debemos regresar a los cultivos —explica con un tono extraño que atrae mi atención—. Olvidé algo.
—¿No tenías prisa por ir a ver a Ámbar?
—Claro que no —responde nerviosa—. Bueno, necesito verla, pero también quiero saber si dejé algo en los cultivos —menciona dubitativa—. ¿Por qué no vas a revisar, mientras yo me adelanto?
Su tono, definitivamente, no me convence y, aunque intenta sonreír y parecer tan tranquila, como siempre, sé que hay algo que le perturba y por eso desea alejarme.
¿Qué oculta?
Sigo avanzando, intentando no escuchar sus mil excusas para distraerme y me sorprendo al escuchar voces hablando en un tono bastante alto dentro de la hacienda.
—Amelia —insiste.
—Cállate —le pido a Amira de una manera no muy amable.
Agudizo mi oído y consigo escuchar a Ámbar, hablando con una voz más grave de lo normal, tanto que me provoca un ligero escalofrío. Sin embargo, lo que más me hiela la piel, es la segunda voz que se eleva cada vez más, hasta llegar a los gritos.
Fernanda.
Fernanda está con ella.
Dejó caer el cesto al suelo y comienzo a correr hasta la hacienda sin importarme nada más que ayudar a Fernanda. Ni siquiera me preocupo por Amira, pero estoy segura de que viene detrás de mí, siguiéndome los pasos.
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Ardiente tentación
Mystery / Thriller¿Alguna vez has sentido que odias un lugar, pero, por más que quieres, no logras salir de ahí? Amelia regresa al pueblo que la vio nacer y, a pesar de todos los contras que esto implica, comienza a familiarizarse con el lugar; un sitio en el que tod...