Siete años después.
No cabe duda que, cuando la tempestad llega, actuamos por sobrevivir y después de cada problema siempre se gana un aprendizaje al momento de solucionarlo.
La vida nos sonríe ahora.
El ver a Fernanda entrar a la casa tan llena de vida, me regala una dosis de alegría que nutre a mi corazón y me enamora cada día más de ella.
—Le he dicho a Carolina miles de veces que no debe condimentar tanto la comida y no entiende —menciona mientras deja las llaves en la mesa de la entrada—. Tal parece que siempre debo llegar al rescate a Las Cazuelas.
—Sabes que pueden sobrevivir sin ti, ¿verdad? —pregunto burlándome de ella.
—Gracias por decirme que no les hago falta.
Me acerco a ella, depositando un beso en sus labios y rodeando su cintura, como cada día, desde que decidí valorar todos los segundos a su lado.
—Jamás dije eso, mi amor —le aclaro con toda la paciencia del mundo—. Recuerda que no quemaron Las Cazuelas, cuando los dejamos unas semanas por ir a la ciudad.
—Fui solo porque necesitábamos ir al médico —explica a la defensiva—, pero que quede claro que yo no estaba muy feliz de confiarles mi cocina.
—Lo sé bonita —respondo besando su nariz—, solo insisto en que ellos pueden hacerlo. Tú tranquila.
Si bien, Fernanda no confía su negocio, yo estoy segura de que Caro y Lucy son bastante aptas para manejarlo de la mejor manera.
—Pero dijiste que no les hago falta —finge tristeza, porque sabe que me encanta cuando hace esa carita.
—Tú siempre nos haces falta y sabes que no hablo solo por mí.
Se aferra a mí en un abrazo profundo que nos asegura que ya no estamos solas, que nunca lo estaremos y que nuestro amor es cada día más intenso.
—¿Irás a la hacienda hoy?
—Creo que Edgar se encarga de todo perfectamente, pero deseo ir a ver cómo va la remodelación. ¿Me acompañas?
—De todos modos, debemos ir por...
—Aún tenemos unos minutos —le interrumpo dándole un beso más profundo y distrayéndola de lo que estaba por decir.
Desde que Fernanda se recuperó de aquella tragedia, no hay día en que no le recuerde cuánto es que la amo y le agradezca por darme la alegría más grande de mi vida y ese amor incondicional que no cambiaría por nada.
Es la mujer de mi vida y el amor más puro que he podido conocer.
Salimos de la casa, caminando juntas, con nuestras manos entrelazadas, meciéndose al compás de nuestros pasos y saludando a la gente del pueblo que nos sonríe en cada esquina.
Ahora, el pueblo luce más alegre; la gente es feliz y están tranquilos de que todo marche en orden. Aunque seguimos un poco aislados, respecto a la distancia con otras comunidades, los servicios de ahora son mejores y la esperanza por fin hizo pie en este lugar que parecía un pueblo fantasma.
Llegamos a la hacienda y es impresionante ver todos los cambios que hay en ella.
De la hacienda Lagarde, poco queda, si a caso los cimientos.
Después de lo sucedido aquel día, decidí que lo mejor era cambiar por completo el lugar. Ahora, el acceso es libre, pues sus puertas se abrieron dando la bienvenida a la gente del pueblo que busca productos necesarios para su día a día.
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Ardiente tentación
Mystery / Thriller¿Alguna vez has sentido que odias un lugar, pero, por más que quieres, no logras salir de ahí? Amelia regresa al pueblo que la vio nacer y, a pesar de todos los contras que esto implica, comienza a familiarizarse con el lugar; un sitio en el que tod...