Capítulo Dieciseis

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La cuerda de mi marioneta se ha roto

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La cuerda de mi marioneta se ha roto

  A los empleados de la mansión D'Luca les han dado unos días libres con la escusa de que la familia estaría una semana de vacaciones en la playa, por lo que solo necesitaban de algunos pocos —desafortunados— empleados.

  Cuando se supo la noticia, toda la servidumbre se alegró y festejó por tener un tiempo para descansar, ignorando por completo los rostros pálidos y horrorizados de las niñas —extrañamente, ninguna hizo un berrinche, pero estuvieron pegadas a su niñera hasta que llegó el día del viaje—. Tan pronto fue la hora de partir casi no hubo quien se tardara en irse.

  Y se hace énfasis en el casi, porque todavía había una chica que ni siquiera se había cambiado el uniforme.

  Jasiel miraba por la ventana como sus compañeros se alejaban; los más jóvenes bromeando entre ellos, haciendo escándalos como si hace unos segundos no hubieran estado quejándose del exceso de trabajo. Sin ningún cambio en su expresión giró el rostro, moviendo su cuerpo en dirección a las escaleras, arrastrando un poco los pies mientras caminaba. A medida que se iba acercando a la sala, aún podía escuchar los regaños y reclamos de sus jefes, más los ignoró, y solo se concentró en una voz tenue que se escuchaba desde los pasillos de los cuartos.

  Los pasos de la mujer se detuvieron en el inicio de la escalera, su mano descansando en el reposabrazo de esta, y si miras con cuidado, notarás que en su dorso hay unas cuantas venas tensas y su nudillos están unos tonos mas pálidos. Sus ojos miraban al final, y seguía con la misma expresión que antes, pero no pudo evitar querer reír al escuchar las palabras de la otra persona al final.

  Aquella ternura maternal al hablar, tan delicado su consuelo,  ¿quién más podía ser la que hablaba?

—Ridículo... —murmuró para sí misma, sin importarle si quienes estaban cerca escucharon lo que dijo.

  ¿Por qué ella todavía estaba ahí? Se preguntó mientras bajaba los escalones. Tomando en cuenta que fue una de las primeras en recibir el permiso, es para que ya estuviera en su casa disfrutando su breve tiempo de libertad, ¿por qué aún daba vueltas alrededor de la casa?

—Jasiel.

  Era por ella. Respondió su consciencia.

  Sus pasos se detuvieron tan pronto aquella amable y dulce voz la llamó, aún sin girarse preguntó:

—¿Sí, hermana?

  Louisa no tenía permitido salir de la casa.

  Ella no se había ido, porque quería tener una oportunidad de hablar con su hermana, ya que sentía que con cada segundo que perdían sin explicar las cosas, era más grande la brecha que las separaba.

  Pero no había logrado acercarse, desde que tuvieron aquella discusión, era apenas en ese momento en que volvían a dirigirse la palabra, y contrario a lo que esperaba, no pudieron hablar tan pronto se vieron de las cosas inconclusas entre ellas, ya que las mocosas insoportables se aferraban a sus brazos, reclamando su atención y apartandola, y solo pudo obtener una petición apurada antes de verla irse junto con las niñas.

  "—Por favor quédate y te vas mañana temprano, quiero hablar contigo".  Eso fue lo que dijo su hermana, y eso es lo que hizo.

  Jasiel miró con desinterés el reloj, pero su pie inquietó mostraba su impaciencia y anticipación. Casi eran las once de la noche, la casa estaba casi desierta, a no ser de los pocos empleados que ya debían de estar descansando en sus alcobas. ¿Qué tanto de tardaba Louisa que aún no había ido a verla?

  El nerviosismo no permitía que su cuerpo tenso se relajara, ni que su mente imaginativa le diera descanso. Para distraerse, solo podía contar los segundos mientras las manecillas iban haciendo su camino.

  Estaba por cubrir su rostro con la almohada cuando unos cuantos golpes a la puerta la despertaron de su aturdimiento, y en unos pocos segundos ya la estaba abriendo, viendo el rostro regordete de su hermana al otro lado, al fin frente a frente, viendo en ella como su mirada parecía cansada y estaba toda ojerosa. Una punzada de dolor atravesó su corazón al ver a su hermana mayor así, se sintió inútil.

  ¿No se suponía que estaba haciendo su sacrificio para que Lou estuviera bien? Ella quería devolverle el favor a su hermana, ¿por qué parecía que algo seguía atormentandola?

Sin decir nada se hizo a un lado, dándole espacio para que pasara, sin querer retrasar más aquella charla, queriendo hacerle tantas preguntas como para aclarar todas las cosas. Al fin y al cabo, siempre han sido las dos, sabe que con hablar todo volverá  a estar bien.

  Se sentaro lado a lado en la cama, una mirando sus manos y la otra detallando su cara. Esa noche las dos hermanas hablaron de muchas cosas, se confesaron todo lo que habían guardado hasta ese punto, y supieron cada una de sus razones, el porqué de muchas cosas.

  Louisa lloró de impotencia y culpa, pidió perdón con su rostro cubierto de lágrimas y mocos hasta que sus palabras perdieron todo el sentido y su voz se volvió ronca.

  Jasiel se indignó, asqueada al saber todo. Se lleno de terror al no saber ahora cómo iba a hacer para escapar de ese lugar donde se habían metido.

  En ese momento fue el inicio del fin de los D'Luca.

  Y también de las hermanas Amesti.

  ♧

El caso de las niñas D'LucaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora