Capítulo Veinticinco

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Jugando a ser atrapados.

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  Tenía días sin poder cerrar los ojos tranquila, estaba en constante alerta, daba vueltas y vueltas sobre su cama, y caminaba de un lado a otro en la solitaria casa. Trataba de ocupar su mente en cualquier cosa que la distrajera, pero resultaba difícil reprimir un pensamiento que estaba persistente en su mente.

  Había llegado la hora.

  Louisa escribió con la letra más bonita que pudo varias cartas, dónde puso cada pensamiento suyo y se disculpaba con las personas a las que quiso pero que sacrificó en el camino, a las que le ocultó cosas, y aquellas que nunca sabrían lo que pasó con ella.

  En total fueron cuatro sobres, cada una con varias cartas. Una para su madre; donde colocó un viejo collar que ella misma le había regalado hace muchos años. Otra para sus hermanitos; donde les dejo unos cuantos dulces. Una para Jasiel; que estaba lleno de flores silvestres que le recordaban a ella. Y la que aún estaba en sus manos; la de las niñas D'Luca. Todavía no sabía que dejarles.

  A medida que su lápiz se movía por la hoja arrugada, se podía ver como pequeñas gotas que escapaban de sus ojos y caían sobre ella, pero continuó como si no se diera cuenta de nada.

  Estaba segura que nunca llegarían a leerlas, porque ella no tenía tiempo ni se arriesgaría para enviarlas, por eso estaba tan cómoda siendo honesta con estas personas. Si a caso, algún ratero cuando se metiera a robar la casa las encontraría, pero para ese momento no estaría para darse cuenta, y no le importaba que un desconocido leyera lo que pensaba, si al fin de cuentas, jamás tendrían la oportunidad de verla.

  Desde que entregó todos los informes, papeles y facturas ella misma en la estación de la policía, ha sido consciente que sus días estaban contados, y solo tenía que saber aprovecharlos lo más que podía.

  Lo que hizo no fue algo sencillo. Ni mucho menos seguro o limpio. Se metió con propiedad privada para sacar los trapos sucios de aquel hombre, involucró a otras familias influyentes para asegurar que el caso no quedaría en el olvido, arrastró a personas inocentes para que la ayudaran, hizo todo el escándalo que pudo, sabiendo muy bien lo que pasaría luego.

  Ella es solo una mujer pobre, no tiene poder ni respaldo, ni siquiera fue tomada en serio cuando fue a buscar ayuda.

  En cambio Giorgio es el respetable señor D'Luca, la empresa nacional exportadora más grande está en sus manos, y tiene apoyo de grandes figuras del gobierno; con solo un leve asentimiento, su vida ya está acabada.

  Lo sabía, había sido amenazada, pero igual lo hizo. Había provocado a un nido de serpientes venenosas, ahora tenía que soportar la mordida. Pero no importaba, incluso eso lo aprovecharía para hacer caer aún más a esa familia. No podía permitirles a esas escorias el más mínimo escape.

  Sacándola de sus pensamientos, se escucharon un par de golpes pesados en la puerta cerca de ella.

  Dejó a un lado todo. Ni se molestó en sacudir sus manos manchadas del carboncillo del lápiz, solo se levantó, guardó todo en una caja de zapatos que escondió debajo de su cama. Y cuando terminó, fue a abrir la puerta a las personas que comenzaban a impacientarse, y golpeaban con más fuerzas.

  Su corazón latía desesperado a medida que iba avanzando cada paso. Y cuando estuvo frente al pomo, a nada de abrir, detuvo su andar un segundo para palpar el bolsillo de su pijama, y en ese momento de vacilación, se dio cuenta de algo que nunca antes había pensado: Haciendo que retrocederá unos cuantos pasos, llevando una de sus manos sobre su pecho y se aferrara con fuerza a su franela, mientras que la otra buscaba apoyarse a la pared que estaba más cerca.

El caso de las niñas D'LucaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora