Capítulo Ocho

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Piensa dos veces antes de actuar, por favor

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Piensa dos veces antes de actuar, por favor.

—¿Sabes? Todos los empleados de la casa vieron tu arrebato de locura —comentó con tono casual Andrea, viendo con poco interés un programa de la televisión—, te viste tan patética.

  A pesar de lo crueles de sus palabras, son dichas con cariño a su hermana, que sigue sentada a un lado de la cama sin hablar, a pesar de los esfuerzos de la más pequeña y de los de la niñera por tratar de animarla —Ah, sí. La niñera también se había quedado de su lado—, por lo que se podría decir que las estaba ignorando. Y ya Andrea comenzaba a fastidiarse.

  Miró en dirección a la empleada Amésti, quien mantenía su vista en la segunda D'Luca, pero sabía que la estaba escuchando.

—Te dije que la dejaras desahogar su ira, ahora no va a hablar hasta quien sabe cuando. Todo es tu culpa, Louisa.

—Lo sé, señorita —susurró en medio de un suspiro la mayor, como si con esas palabras se le agotara toda su energía.

  No volvieron a hablar, por lo que lo único que interrumpía el silencio, impidiendo que las rodeara la incomodidad, era el ridículo programa —al cual nadie le estaba dando atención— que Andrea se esforzaba por fingir que veía.

  Lo cual, de no ser porque siempre mantenía en su rostro una expresión de fastidio y condescendencia, seguramente ya se hubiera delatado. ¿Pero como juzgarla? Justo en ese momento su mente tenía otras preocupaciones. Porque muy bien podría estar luciendo tranquila, hasta un poco aburrida, pero dentro de si estaba luchando con la confusión y la incomodidad. ¿Por qué Louisa todavía no se había ido? ¿Qué tanto hacía abrazando a su hermana? ¡Ya que se fuera, ella podía ser responsable de las más pequeñas sola, como siempre lo había hecho! No sabia muy bien como sentirse con esta intrusa, ya que siempre eran las tres defendiéndose, y el agregar a la mayor era un poco extraño.

  Ella necesitaba hablar con sus hermanas a solas, y había asumido que luego del grito de su madre —y el que hubiera decido obedecerle a ella—, sería suficiente para que Louisa quisiera dejarlas a un lado, como todos habían hecho una vez. Pero mirenla ahí, a pesar de todos los reproches que le hacía y de sus desplantes, todavía no había soltado a Anthonella, por mucho que desde hace un rato hubiera dejado de luchar.

  Louisa era una mujer muy extraña.

—Si lo sabes, entonces la próxima vas a obedecer mis órdenes y no los de esa mujer.

—Señorita Andrea, por favor no hable de su madre en ese tono, es irrespetuoso.

  Otra vez con eso, ¿quién le dijo que podía llevarle la contraría? Ni siquiera es nadie para corregirla. La mayor de las jóvenes D'Luca estaba claramente molesta, pero por mucho que quisiera gritarle y volver a ponerla en su lugar, se contuvo, para su molestia.

El caso de las niñas D'LucaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora