Capítulo Doce

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Tal vez no lo sepas, pero en realidad la sombra es quien nos controla

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Tal vez no lo sepas, pero en realidad la sombra es quien nos controla.

  Una joven muchacha caminaba con la mirada baja, fija en sus pies y el piso de cerámica blanca, su respiraciónera errática y sus manos no lograban permanecer quietas. En poco tiempo llegó a la puerta de esa oficina, sin embargo tardó unos minutos en tocar para anunciar su llegada. A decir verdad, tenía miedo de ver a la persona que la había llamado, toda esa situación le resultaba extraña, y la sensación de peligro no lograba mejorar su humor.

  Escuchó la voz del hombre, instandola a pasar. La pobre muchacha solo pudo soltar un suspiro de angustia, para luego entrar al estrecho lugar, y nada más había terminado de cerrar la puerta, cuando la voz del señor la abordó.

—¿Tienes algo que decir?

  No, ella no sabía ni siquiera porque estaba en ese lugar. Sin atreverse a hablar, la empleada negó con su cabeza, sintiendo como el aire se estancaba en sus pulmones y le impedían respirar. ¿Por qué estaba ahí? Quería preguntar, pero conocía muy bien su lugar, y el silencio era lo mejor que podía hacer si no quería provocar la ira de esa persona, que aunque mostraba una expresión tranquila, emanaba una extraña aura violenta, como si de una terrible bestia se tratara.

  Ella sabía que su jefe no era una persona fácil de tratar.

—Así que no vas a hablar... —susurró el señor D'Luca, tan bajo y ronco que en la silenciosa oficina era escalofriante. Como si de una amenaza de muerte se tratara.

  La joven sabía que esa era su sentencia.

  Un jarrón de vidrio pasó por su lado estrellándose en la puerta cerrada, justo a un costado de su rostro, un grito involuntario escapó de sus labios, y en reflejo llevó sus brazos hasta su cabeza, queriendo cubrirse de cualquier daño. ¿Qué le pasaba al señor? ¿Qué era lo que le había molestado? ¿Por qué contra ella? Desde que había entrado en esa casa había sido un simple espectro, invisible a los ojos de los señores, que muchas veces olvidaban hasta su nombre.

  ¿Por qué estaba ella ahí?

  El sentimiento de amargura nació en lo más profundo de su corazón. Jamás había buscado problemas ni se había involucrado en nada de la casa, guardaba silencio, ¡incluso había aprendido a ignorar cuando las cosas resultaban sospechosas! ¿En qué se había equivocado como para estar parada en esa situación?

  El señor D'Luca miró a la temblorosa empleada, que de forma patética parecía a nada de arrodillarse ante él. De no ser por el asco que sentía de tocarla, desde hace mucho la hubiera disciplinado. Además, todavía no tenía lo que quería.

El caso de las niñas D'LucaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora