Capítulo Tres

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Ahora eres parte de la casa, un adorno más, ¿crees que puedes escapar?

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Ahora eres parte de la casa, un adorno más, ¿crees que puedes escapar?

  El golpe de pies contra la cerámica hacía estremecer levemente a Anthonella, le recordaba a esas feas películas de terror que pasaban en su televisión, las odiaba. No dejaba de reprocharse a cada paso que daba haber salido de su cuarto, conociendo muy bien el temor que le tenía a la oscuridad. A eso, y que él se le antojara jugar un rato con ellas.

  Pensar que su única manera de defenderse en las noches era estar encerrada, y orar a alguien que ya no estaba segura que la escuchaba, le pareció de una manera cruel.

  Todo era culpa de Bianca, ¿qué tanto le costaba ir al baño antes de dormir? Ahora estaba espuesta.

—Apurate, no quiero durar más de lo necesario por estos pasillos —sentenció la de cabellos ondulados con la voz temblorosa y aguda, a pesar de mantener el rostro tranquilo.

  Halaba del brazo a su hermana a la vez que hablaba, le estresaba que fuera tan lenta, que no corriera, que no supiera cuantos peligros había mientras estaban afuera.

—Sabes que detesto cuando me haces salir.

—¡Lo siento! —expresó con apuro la rubia—. ¡Pero es que tenía muchas ganas de hacer pis!

  Ninguna dijo nada más mientras caminaban, no miraron nada, hasta puedo decir que no pensaron nada, sólo se dejaron llevar por la inercia de querer llegar a algún lugar, pero por fortuna fue esto mismo lo que hizo que la mayor de las dos alzará la vista, y mirará en dirección a la puerta de su cuarto, y se detuviera de golpe mientras sentía su respiración atorarse.

  La pequeña en cambio iba a seguir su andar cuando está le agarró del hombro para detenerla, dejándola confundida por su actuar y notando su rostro pálido, tuvo intención de cuestionarle que le ocurria hasta que vio lo mismo que ella.

—Oh... —dijo en un jadeo de terror la pequeña al ver aquella intimidante figura sin rostro por la oscuridad. Más no necesitarón luz para saber quien era, porque su sangre helada y corazón errático se los dijo.

  Como habían pensado, no se puede confiar en la noche.

  Un sollozo escapó de los labios de la asustada Anthonella, que muy tarde se dio cuenta de su error al notar aquella figura girar en su dirección señalandolas, alertandoles, encaminandose a donde estaban.

  Ninguna pensó en nada cuando emprendieron carrera a las escaleras, temiendo a aquellos brazos que cada vez estaban más cerca de ellas. No se atrevían a llorar ya que conocían las consecuencias, y era una pérdida de tiempo el ir por su madre, ya que esta jamás les abriría. Lo sabían, ya lo habían hecho y nada bueno sucedía, solo lograba enfurecer más a aquel ser que las atormentaba y torturaba.

El caso de las niñas D'LucaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora