2- Altercados.

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A la mañana siguiente, me levanté enojada. Por ende, fui al gimnasio enojada y a la agencia también.
La estúpida noticia que mamá nos dio a Sofía y a mí, aún me rondaba en la cabeza. Es que, intento entender por qué tomó esa decisión tan repentinamente, y cuál es su empeño en que yo me comprometa para entonces. Y, por si todo eso fuera poco, puso un plazo de 150 días. Todo es totalmente ilógico.
Quizá ella no puede pensar con claridad, porque es la primera vez que ella dice algo tan descabellado.
No hay ni una sola cosa lógica en todo ese lío.
De por sí, la sola idea de retirarse es muy extraña. Y ni hablar de todo lo demás.

—Lo lamento, mamá, pero no puedo aceptar. —le dejo en claro.

—¿Por qué no? Alguien tiene que quedarse a cargo. —dice, como si fuese lo más obvio. —No soy inmortal, hija.

—Ya lo sé, mamá. Pero es muy pronto para que te retires. Además, pusiste condiciones extrañas para que yo ocupe el puesto. —añado, paseándome por su oficina.

—¿Qué tiene de malo querer verte vestida de blanco, yendo al altar? —pregunta.

—¡Me estás poniendo un plazo, mamá! —elevo la voz, sin poder evitarlo. —¿En qué cabeza cabe tal locura? No entiendo en qué le afecta a la agencia si estoy casada o no. Mi rendimiento va a seguir siendo el mismo.

—Entiendo tu confusión y enojo pero, si te puse esa condición, es por ti y por la agencia. —explica con calma. —Una mujer que está casada, demuestra más estabilidad, hija. Esa es la imagen que quiero que todos vean cuando te miren.

—Pues, no estoy de acuerdo. Yo no necesito tener un maldito anillo en mi dedo para mostrar estabilidad. —zanjo de mal humor. —Qué pensamiento tan... antiguo tienes, en serio.

—Geraldine, piensa en los negocios...

—¡Es que lo intento! Quiero entender en qué se relaciona el compromiso con los negocios. No le encuentro sentido alguno. —me río.

Ella se pone de pie y rodea el blanco escritorio lleno de papeles o diseños a medio terminar. Se acerca hacia mí y toma mis manos entre las suyas.

—Quizá fui un poco extremista con lo que te pedí. —murmura. —Digamos que... solamente quiero verte bien, feliz y acompañada de un buen hombre. —comenta con algo de tristeza. —Sofía tiene a Paul, y sé que es un excelente novio, no tengo dudas. Ese muchacho ha estado en todo momento para ella, y para nosotras también. Lo mismo quiero para ti, mi vida. —acaricia mi mejilla con una mano. —Mi único deseo es que ambas sean felices. Ustedes son mi mundo entero, por eso quiero lo mejor para ambas.

—Y así será, mamá. —le aseguro. —Pero yo no tengo prisa. No quiero una pareja en este momento, estoy muy bien así. —me separo de ella. —¿Cuál es el apuro? ¿Pasa algo malo?.

Ella desvía la mirada.

—No, no, cariño. Ya te expliqué mis motivos. —vuelve a su asiento. —No quiero que se te pase la vida como a mí. El tiempo vuela.

—Mamá, no digas eso. Eres muy joven, y puedes encontrar a alguien que te quiera realmente. —afirmo.

—Ya es demasiado tarde. —comenta, en voz baja. —Ya no puedo pensar en eso.

—¿Por qué hablas así? Estás siendo muy negativa.

—Por favor, hija, piensa en lo que te he dicho. —insiste. —En unos pocos días anunciaré la noticia de mi retiro, y me gustaría que me des una respuesta positiva.

—Pero...

—De no ser así, en 150 días, cuando deje oficialmente la agencia, venderé mis acciones. Y sabes que tengo el 60%.

150 DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora