6- Atreverse.

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A la mañana siguiente, después de hacer ejercicio, me tomé el resto de la mañana para ir a desayunar con Bastien, y así alegrar un poquito su día.

Esa es nuestra rutina cada vez que alguno de los dos cumple años. Nuestro lugar para la ocasión es La Bulle Parisienne, un restaurante con forma de burbuja, y está ubicado en el primer piso de la Torre Eiffel. Un sitio de ensueño.

Yo me encontraba inquieta, por lo sucedido la noche anterior. No podía sacarme de la cabeza lo que pasó entre Oliver y yo... ese momento... ¡Casi nos besamos! Y eso no es poca cosa.

-Esto está delicioso. -comenta Bastien, comiendo el súper poste de chocolate que pidió. -Tú siempre pensando en mi apetito. - me sonríe con la boca llena.

-Sé lo mucho que amas comer. -le devuelvo la sonrisa. -Oye... voy a contarte algo, pero debes ser discreto y mantener el secreto.

Él deja de comer y me mira con atención. Se limpia la boca con la servilleta, y se acomoda en la silla apoyando ambos codos sobre la mesa.

-Soy una tumba. - me dice. -Suelta el chisme, a ver si así dejas de lucir como alma en pena. Porque te noto como en otra dimensión, no sé. -añade con espanto.

-Gracias por la buena onda. -inquiero con sarcasmo. -Anoche sucedió algo...

-¡Ya sé! -exclama de golpe. -¿Conociste a un hombre durante la fiesta? -pregunta con emoción y yo niego. -¿Dos? - me mira con picardía.

- No, Bastien. Deja de suponer tonterías. -aclaro.

Él pone una mueca de pena y suspira.

-Se trata de Oliver. -suelto, y me observa con terror. Sus ojos se van abriendo cada vez más, y parece que ha dejado hasta de respirar.

-¡NO! - se exalta. -¿No me digas que ustedes...? ¡Por Dios, Geraldine! -lleva una mano a su pecho. -¡En qué habitación estaban! Yo estaba en la 213. -señala.

-¡Por supuesto que no! -niego de inmediato. -Espera... ¿Y tú con quien estabas? ¡Eso no me lo contaste! -le doy un manotazo.

-¡No se trata sobre mí! -me señala. - No desvíes el tema.

-No pasó nada de lo que estás pensando... Simplemente, me invitó a bailar y luego... - me quedo pensando. -Pues, casi nos besamos. O, tal vez eso fue imaginación mía.

-¿Qué? Ay, ¿no se besaron? ¿Por qué? -cuestiona.

-¿Cómo que 'por qué'? -le pregunto con obviedad.

-Si te invitó a bailar fue por algo, no quieras tapar el Sol con un dedo. Es muy obvio lo que sucede. -espeta. -Y, a ver, entiendo tu miedo, pero no puedes huir del amor por siempre.

Le doy un sorbo a mi taza de café, y me quedo en silencio.

-Respóndeme algo -dice. -¿Él te gusta?

-Pues, no sé... Tal vez sí. -respondo, indecisa. -Se sintió bien bailar con él.

Él me sonríe.

-¿Ves? Ahora que lo aceptaste, puedes ir avanzando. -opina, cargando más torta en su tenedor.

-Liza nos vio, cuando estábamos a punto de besarnos. -suelto. -Estaba dolida, ¿sabes? Y sentí pena por ella.

-Bueno, pero no es tu culpa. -comenta. -Lo que pasó entre Oliver y tú fue algo... que surgió en el momento, ¿entiendes? No creo que tú o él lo hayan planeado. Apuesto a que ambos están confundidos. -continúa, masticando. -Y, bueno, pobrecita Liza, ¿no? Pero tú no hiciste nada malo. Tal vez lo mejor será que Oliver hable con ella, en dado caso de que ella diga o haga algo. Además, yo creo que él no le dio alas.

150 DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora