9- Nuevos horizontes, nuevos rostros.

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Llegamos a Venecia con mucha energía, y la tarde soleada nos recibe con todo su esplendor.

Bastien estuvo muy conversador en todo el viaje, e hizo un mini itinerario de lo que haremos durante la tarde. Únicamente debemos elegir las telas para los diseños, pero él quiere aprovechar y recorrer varios sitios.

-¿Sí recuerdas que no estamos aquí de vacaciones? -le pregunto, arrastrando mi maleta por el aeropuerto.

-Hay que aprovechar. -reitera, acomodándose el sombrero veraniego que tiene sobre la cabeza.

Trae dos maletas y un bolso, lo cual me parece excesivo, considerando que mañana al mediodía volvemos a París.

-Nuestro transporte nos espera afuera. -indica, revisando su móvil.

-¿Nos llevará directo al Hotel? Porque quiero descansar un poco, tal vez darme una ducha. -le digo.

-En una hora debemos estar en la fábrica. -añade, avanzando a mi lado. -Podemos dejar todo en el Hotel y comer algo. Yo me muero de hambre.

Salimos del aeropuerto y abordamos la camioneta oscura que nos espera, mientras que el chofer nos ayuda con las maletas. Me quito las gafas para el Sol, y le envío un mensaje a Hélène para avisarle que ya llegamos.

Bastien se toma un par de selfies para subir a sus redes sociales, y baja la ventanilla para grabar algunos videos mostrando los alrededores.

Recibo un mensaje de Oliver, diciendo que disfrute de la ciudad, y que si necesito alguna cosa, no dude en decirle. Le agradezco, y no puedo evitar sonreír al recordar nuestra cita de anoche: nos divertimos un montón, y conocí su hogar. Velia estaba con su madre, así que él y yo pasamos la noche juntos; cocinamos, escuchamos música y nos reímos gran parte de la velada. Todo fluyó de manera tan natural, que parecíamos conocernos de toda la vida; Al final me quedé a dormir en su casa, y le avisé a Bastien que llegaría temprano en la mañana, para armar las maletas y organizar todo. Me dijo que él se quedaría con Jack, así que no hubo problema.

-¿Te dije que Jack me preparó una estupenda cena anoche? -me habla Bastien.

-¿Sí? Eso es muy lindo. -le sonrío.

Él se quita las gafas y me observa con duda.

-Sí…

Me acomodo en el asiento, para verlo mejor.

-¿Qué pasa? -indago.

-Fue… raro. Siento que todo avanza muy rápido y eso no me agrada mucho. -responde, y juega con su sombrero.

-Le gustas, no veo cuál es el problema. -elevo mis hombros. -Además, únicamente te cocinó. Oliver hizo lo mismo por mí, y eso no tiene nada de malo. -añado.

Sus cejas se elevan con sorpresa, y me mira con atención.

-¿Él cocinó?

-O sea, yo le ayudé. -aclaro.

-Tú no sabes cocinar. -se ríe.

-Hice lo que pude. -me defiendo.

-Me imagino… -se burla. -En nuestros nueve años de amistad, jamás te he visto cocinar. -recalca. -Ahora, llega Oliver, ¿y me dices que le ayudaste con la cena? Estoy muy sorprendido.

Yo lo empujo, riendo.

-¡Tú no eres un gran cocinero tampoco! -lo señalo.

-¡Te he cocinado varias veces! -me recuerda, señalándome con su abanico. -Y jamás te quejaste de mi comida.

Yo aprieto mis labios, negándome a responder, y él me mira indignado.

-¡Maldita! -exclama, empujándome levemente.

150 DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora