20- Tiempos de lucha.

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Abro mis ojos con lentitud, sintiendo que me duele todo el cuerpo. No tengo fuerza siquiera para moverme. Estoy cansada y mi cabeza está aturdida.

El pitido que emite la máquina a mi costado me altera.
Inspecciono la amplia habitación que me rodea y exhalo.

Otra vez aquí.

-Odio los hospitales. -digo en voz alta.

Me quito la aguja inyectada en mi mano, por donde me estaban pasando algún medicamento vía intravenosa, de un fuerte tirón.
Aprieto mi mandíbula por el dolor que me provoca.

-Carajo. -suelto de mal humor.

Trago saliva sintiendo la garganta seca, y me quito las sábanas de encima.

Necesito salir de aquí. Tengo que buscar a mi madre y hablar con ella.

El sonido de la puerta capta mi atención y me quedo estática con las piernas colgando de la tonta cama.
Oliver se asoma en la habitación y me mira con el ceño fruncido. Su rostro pálido, ojeroso y la mirada triste es suficiente para que mi mente repase los acontecimientos anteriores.

Mis ojos se llenan de lágrimas al pensar en la situación de mi madre, y él viene a mí de inmediato.

-¿Qué estás haciendo? -me reprende.

-Mi madre... -se me quiebra la voz y rompo en llanto. -¡Oliver, tengo que estar con ella! Necesito ver al doctor Cooper y pedirle que...

-Tranquila. -toma asiento a mi lado y me detiene, abrazándome -Debes calmarte primero.

-¡No puedo! Ella está...

-Lo sé, lo sé. -murmura, tratando de mantener la calma.

-¿Qué voy a hacer? ¡Siento impotencia! Todo este tiempo ella estuvo pasándola mal, y tuvo que cargar con mis gritos y reclamos sin sentido. -lloro con rabia. -¡Ha estado enferma todo este maldito tiempo! ¿Cómo no pude darme cuenta?

-No es tu culpa. No te castigues, por favor.

-Siento que... he perdido tiempo... Lo único que hemos estado haciendo es... discutir. -me lamento.

-Todavía pueden arreglar las cosas. -me anima. -Nunca es tarde para pedir perdón y hacer las cosas bien. -me aprieta más a su pecho. -El amor y la compañía de la familia es lo que tu madre necesita.

-Tengo miedo. -confieso en voz baja. -No soy tan fuerte como creía... El tiempo no va a detenerse y...

Cierro mis ojos con fuerza y me permito llorar aferrada a su pecho.

-El miedo es parte de la vida, y está bien sentirlo. Y, aquí estamos todos para darte fuerza. Estamos contigo. -asegura. -Mi mano nunca soltará la tuya.

Entrelaza su mano con la mía y le da un leve apretón.

-Nunca voy a soltarte, y ahora más que nunca estaré a tu lado. -me besa en la cabeza. -No me equivoqué cuando dije que eres muy fuerte, en todos los sentidos. Pero nunca está de más recibir una ayudita extra.

Logro calmar mi respiración, tras escuchar sus palabras de aliento.
La calma con la que me habla, es de gran ayuda.

-¿Cómo es que siempre tienes las palabras justas para hacerme sentir bien? -le pregunto.

-Es un don.

Yo sonrío un poco.

-Nunca pierdas ese don entonces. -murmuro.

-Y tú nunca dejes de levantarte cada vez que te caigas.

-¿Prometes darme una mano si me caigo? -elevo mi rostro lloroso para verlo a los ojos.

150 DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora