Freccia del destino [Gustoni]

Capítulo 33

"2275 palabras" :)

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Dicen que los niños son inocentes, almas puras que no han tenido tiempo de pecar de ninguna forma posible.

Así son todos los niños al principio, sin ninguna gota de sangre en sus manos, con sonrisas sinceras, sin mentiras, sin maldad ninguna tras sus acciones...

Gustabo y Pogo tampoco eran ninguna excepción, solo eran dos niños más divirtiéndose y disfrutando de su infancia.

- ¡No corras tanto! - dijo aquel pequeño rubio mientras corría detrás de su hermano.

- No me pillas, no me pillas - empezó a correr más rápido el mayor.

- Os vais a caer, tener cuidado - dijo aquel alfa con aroma a café mientras se acercaba a los dos niños.

- Vale - dijeron los dos pequeños rubios al unísono mientras seguían persiguiéndose mutuamente.

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Después de la infancia llega la adolescencia, aquella etapa en la que se sufre de mal de amores y sentimientos erróneos.

Y como no, nuestro pequeño rubio había sufrido de esto también.

- Tengo un regalo para ti - empezó a jugar con sus manos aquel omega con aroma a vainilla.

- ¿Qué es? - preguntó el más bajito de los dos.

- Toma - le extendió una corona de flores, específicamente de margaritas blancas.

- Gracias - agarró la corona de flores con un sonrojo más que notable.

- De nada - le sonrió.

Gustabo pensaba que esa sonrisa era la más bonita que había visto nunca.

Se puso la corona sobre la cabeza y le sonrió al de cabello castaño, ahora era el turno de sonrojarse para el más mayor.

- Te queda bien - le halagó.

- Ya lo sé - soltó el de aroma a chocolate.

- Uy el egocentrismo - se empezó a reír y se levantó del suelo rápidamente para no ser golpeado por su amigo.

- Ven aquí, perraco - se levantó del suelo y se abalanzó sobre el de cresta.

- No quiero, enano - se alejó de él.

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Luego llega la etapa en la que nos hacemos mayores (o eso nos creemos)

Conocemos gente que sin saberlo nos pueden marcar la vida, ya sea con una sonrisa, una palabra...

- Venga Gustabo, gózatelo - animó el de cresta mientras bailaba junto a los hermanos.

- Esa es - contestó el rubio.

- Venga Pogo, mueve las caderas - animó al chico con ahora mechas moradas en su cabello.