열여섯

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A partir de aquí, la reunión que terminó en fiesta llegó a su fin; fue en un abrir y cerrar de ojos en el que los días avanzaron como pasar una página tras otra en un libro donde solo las partes spicy retenían tu atención. Algo así como leer una novela juvenil genérica.

Y los días se convirtieron en semanas, y esas semanas en un par de meses. Tres meses con cuatro días y siete horas con cuarenta y siete minutos con tres segundos y contando. Para ser precisos.

Por lo que hoy era Miércoles en la mañana.

Y no, no es que no hayan pasado cosas que valgan la pena, es que solo no las recuerdo bien, pero pude notar los cambios de ese tiempo vagamente recordado.

Entre mis recuerdos del último tiempo, están las salidas con Hyein, sé que nos hemos familiarizado bastante, y me ha hecho probar nuevas cosas, con la excusa de que la experiencia lo es todo. Tampoco es que me queje demasiado de eso.

A su vez, el desapego hacia la chica de cabello oscuro —antes granate.— y el poco tiempo que ahora pasábamos juntas.

En momentos pensé que era por causa mía, tal vez por pasar algunas tardes y hasta pocas horas de la noche con la pandillera, pero luego me di cuenta conjuntamente con nuestras amigas que era por su relación. No entendía por qué. Al contrario de Minnie y el resto que parecían tener una idea general del "porqué".

Y que ella daba a entender que no sabía cómo explicarlo, cada vez que le preguntaba, estando a solas, simplemente cambiaba de tema y por muy confundida que quedara, dejé de preguntar. Tal vez solo no quería hablar de eso. ¿No?

Aún y con eso, todo parecía ir bien. Nada es totalmente estable e imperturbable en la vida, ni los lugares, ni los gustos, ni las personas.

— Soyeon, hicimos un trato, ¿Recuerdas? Si te comes todo antes de que suene la campana, te doy mi barra de chocolate con maní. —Hyein me sacó del trance.

Cierto, era el descanso y no había desayunado bien en casa, así que estaba comiendo. Y como no había traído algo dulce esta vez, Hyein acudió a la negociación.

Me había acostumbrado a su presencia, sus manías y forma de hablar, Así que sus gestos —algunas veces toscos, algunas veces cariñosos— ya no me tomaban desprevenida.

A veces comíamos juntas, otras veces iba junto a las chicas. Aunque de esas ocasiones pocas estaba YuQi.

— Oye, ¿Recuerdas que una vez preguntaste por mi motocicleta? Sobre no venir en ella a clases. —asentí, recordaba aquello vagamente.— Si quieres saber la razón, tendrás que aceptar salir conmigo el viernes por la noche.

Usó su mejor expresión coqueta —lo sabía por la gran cantidad de veces que podía llegar a hacerla.— A lo que sonreí levemente. Bueno, nunca he salido de noche.

Digo, no es lo mismo irse desde la tarde a salir directamente de noche.

— Huh, está bien. Aunque no creo que mi madre esté muy de acuerdo con eso de estar fuera de casa tan tarde. —murmuré luego de tragar, casi terminaba.

Hizo un sonido que asocié al disgusto, antes de hablar.— Entonces lo que tienes que hacer es decirle a tu querida madre que irás a dormir a casa de esa chica Song. —sugirió, haciendo un sonido repetitivo con su palma sobre la mesa.— Dices que siempre vas. No creo que note algo raro.

— Iba. —corregí.— En los últimos meses apenas y he ido. —alcaré.

— Bueno, entonces que está sea una de esas veces ¿O acaso no quieres ir? —continuó. Echándose hacia atrás en su silla con su mala postura.— Aunque si es así, pues está bien. A fin de cuentas, no estás obligada.

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