3.
Tarda en responder. Mi corazón se va acelerando. No sé si habrá sido buena la idea de llamar, pero el caso es que ya está hecho. Por fin una voz se oye del otro lado del teléfono.
- ¿Qué Laura? ¿Cómo que Pablo?
- Pablo, soy yo, tu... ¿amiga? No sé cómo denominarme, la verdad.
- Creo que te has equivocado, lo siento.
Me doy cuenta que no era él. No era su voz. No puede ser, acabo de quedar como una completa estúpida ante alguien que no sé ni quién es. Será capullo... ¡me ha dado mal su teléfono! Pero, ¿a qué está jugando éste? Se debe pensar que me chupo el dedo o algo, porque no es normal.
- ¡Gilipollas! -grito en mi habitación.
- ¿Laura? ¿Qué pasa? -pregunta mi madre asustada abriendo la puerta de mi cuarto.
- Nada mamá, que acabo de mover el caramelo que no debía en el Candy Crush y ya sabes lo nerviosa que me pongo.
Esboza una sonrisilla. Parece feliz, divertida.
- Duérmete, anda.
- Voy, mami. Bona nit -le digo a mi madre metiéndome en la cama.
- Ya vas aprendiendo catalán, ¿eh? -ríe- genial, pequeña. Descansa, ¿vale?
Y cierra la puerta de mi habitación lentamente, sin hacer ruido. Mi padre debe estar durmiendo y mi madre a ello iría supongo. No se escucha la televisión ni se les oye hablar.
Mañana se va a enterar ese capullo de quién es Laura Gracia, el lado malo de Laura Gracia. Me encanta el plan, a mí nadie me toma el pelo y se queda tan tranquilo -río en silencio metida en la cama, imaginándome cuál será su cara al conocer mi lado oscuro.
Me suena el despertador a las siete y media de la mañana, mi madre aún duerme y mi padre creo que también, lo que no sé es si juntos o si separados. Me levanto de la cama y desayuno mi café con leche condensada con un croissant cubierto de chocolate. Salgo de la cocina con sigilo y me meto en el baño, me lavo la cara y los dientes, me peino, me pinto un poco los ojos con el rímel, voy a mi cuarto, me visto y cojo el teléfono. Valiente capullo, -pienso yo recordando la llamada de anoche- como hoy me venga de buenas se va a comer sus palabras. Leo todos los mensajes, contesto a unos e ignoro otros. Vamos a por otro día de clase, Raquel ya debe estar abajo tan puntual como siempre. Me pongo mi chaqueta vaquera a juego con mis pantalones Levis, cargo con mi mochila y me voy.
- Hola, Laura -dice ella nada más verme.
- ¡Hey! -respondo y le doy dos besos- ¿qué tal?
- Bien, tú ya veo que no, menudas ojeras llevas, ¿has dormido bien?
Mierda, me tenía que haber puesto el corrector. Raquel no es tonta, -aunque de vez en cuando se lo haga-.
- No. Estoy teniendo problemas con... -dudo si decir su nombre, me tomaría por estúpida y no quiero, además, lo más seguro es que pensara que soy una salida o algo así y no es plan-...con un chico.
- ¿Acabas de llegar y ya tienes a alguien detrás? -silba- ¡Ya quisiéramos algunas! -y ríe. Me encanta su risa, es contagiosa.
- Anda tonta, seguro que tú tienes a muchísimos detrás.
- Huy sí, toco las palmas y tengo a siete chicos a mis pies, con eso te digo todo -bromea y se ríe de nuevo.
A lo largo del camino me va preguntando lo que me ha pasado con el chico y yo se lo voy contando ahorrándome detalles como que es mi profesor de Historia, que tiene ocho años más y que es un gilipollas. Bueno, a lo mejor eso último si lo he dicho una vez. Vale, unas cuantas veces, pero me ha pedido que lo describa, ¿qué le voy a hacer?
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¿Puedes sorprenderme?
Подростковая литератураAlguien me dijo una vez que las pequeñas cosas son las que te hacen feliz y que el destino lo escribes dependiendo de eso, de las pequeñas cosas, así que ¿por qué no hacer de lo pequeño algo grande y de algo grande nuestra felicidad?