14.
- Ni se te ocurra callarte nada más, ¿vale? –dice Raquel recogiendo el maquillaje que ha usado para taparme el hematoma. No sé qué sería de mí sin ella en estos momentos, es mi única amiga aquí y bueno, mi gran apoyo.
- Vale –me limito a responder.
- Perdón por seguir insistiendo en el tema, pero ¿te haces una idea de quién puede ser?
- No, tenía en mente una suposición pero la he descartado por completo, –suspiro– pensaba que Pablo podría tener novia y que era ella, pero creo que ya me ha demostrado que no es así. Después pensé que podría ser una ex, pero también lo descarto porque me dijo que solo había estado centrado en líos y demás, –la miro y seguidamente miro al suelo– con que no tengo ni idea de quién puede ser.
Cuántas veces me habré comido la cabeza ya pensando en una respuesta para esta pregunta, y es que las opciones se me acaban, el tiempo pasa pero yo... yo sigo estando bajo una amenaza.
- Oye, ¿no te apetece quedarte aquí en vez de ir a clase? –me sugiere.
- No está mal la idea –río y ella se contagia de mi risa.
- Por un día que no veas a tu churri no pasa nada, ¿no?
- Anda, idiota, cállate –chasqueo la lengua.
A lo largo de la mañana vemos A tres metros sobre el cielo, la película con la que más he llorado después de Nemo. Sí, he llorado con Nemo. Para los que no sepáis cuál es, la de Nemo no, la de A tres metros sobre el cielo, trata de que un chico conoce a una chica, la llama "fea" yendo en moto y ya la tiene comiendo de su mano. Bueno, vale, igual dicho así no llama mucho la atención pero, te digo yo, que es más que preciosa.
- Va siendo hora de irme, Raquel –miro mi reloj.
- ¿Qué hora es?
- Las dos y diez, ya han debido salir de clase.
- Vale, te acompaño a casa, no quiero que vayas tú sola por la calle si lo puedo evitar.
- No hace falta, en serio –le digo.
- Sí hace falta.
Y tras mucho insistir ella e insistirle yo, se ha salido con la suya. De su casa a la mía hay solo cinco minutos, así que no da mucho tiempo para hablar, pero aún así consigue sacar tema de conversación.
- Le quieres mucho, ¿verdad? –pregunta con voz dulce.
- Me cuesta creerlo, pero sí, no puedo evitarlo –contesto despacio, pensando en lo que estoy diciendo.
- Se ve, créeme que se ve.
- ¿Por qué?
- La manera en que le saludas cuando entras a clase o las miradas cuando explica. La sonrisa tonta a cada chiste malo que hace... todo eso se ve, pero lo mismo digo de él.
- Él no me quiere, ya me lo ha dicho –me cuesta mucho confesar esto, pero es la verdad. A pesar de que duela saber que la persona de la cual, sin querer, te has acabado enamorando no te quiere, sigues luchando, y eso haré yo, o eso creo.
- No le creas, las miradas, las sonrisas, todo es recíproco Laura. Los tíos son muy orgullosos, a veces demasiado, y les cuesta decir lo que sienten, incluso hay veces que no lo dicen nunca, pero los sentimientos siempre están ahí, no hace falta contarlos porque hablan por sí solos.
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¿Puedes sorprenderme?
Genç KurguAlguien me dijo una vez que las pequeñas cosas son las que te hacen feliz y que el destino lo escribes dependiendo de eso, de las pequeñas cosas, así que ¿por qué no hacer de lo pequeño algo grande y de algo grande nuestra felicidad?