Capítulo 30.

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30.

El día acabó perfecto. Podría decir que incluso mejor de lo que hubiese podido imaginar. Muy a mi pesar es hora de poner fin al mejor fin de semana de mi vida. La carretera está cubierta por niebla, parece que va a llover. Me encanta la lluvia, pero cuando voy en coche es una de las cosas que me superan.

- ¿Mañana vas a venir a clase? –pregunta él una vez que ha bajado el volumen de la música.

- No lo sé, no creo. ¿Por qué?

- Porque deberías venir si quieres ver las notas de los exámenes.

- ¡Mierda! –exclamo y doy una patada en el suelo–. No me acordaba de los exámenes.

- Solo mañana, Laura, un día y estás de vacaciones.

- Es verdad –río por lo bajo–. ¿Qué vas a hacer este verano?

- Estaré con la familia y poco más, como siempre organizaré una escapada a última hora y lo que vaya surgiendo.

- ¿Te veré?

- Si tú quieres me verás.

- Perfecto –sonrío y me aparto el pelo de la cara.

- ¿Te dejo por aquí? –estamos cerca del instituto, puedo ver el letrero en el que pone "Instituto de Educación secundaria y bachillerato Gaudí". Asiento con la cabeza y aparca el coche en doble fila.

- Gracias por todo, amor –le doy un beso en los labios, me desabrocho el cinturón de seguridad y bajo del coche. Oigo un "adiós" al cerrar la puerta del coche pero no me paro a contestar, hay una fila de coches tras él esperando a que arranque.

Camino con paso firme hacia mi casa. Apenas hay gente por la calle, algún grupo con la música a todo volumen y gente mayor sentada en los bancos jugando a las cartas. Nadie que me haya podido ver.

- No puede ser –susurro para mí cuando noto que me empiezan a caer gotas.

Está empezando a llover y no llevo paraguas, así que lo que hago es ponerme la mochila encima de mi cabeza a modo de gorro y corro hacia mi casa. He tropezado una vez cada dos pasos, si esto no es ser torpe...

Busco dentro del bolso mis llaves pero no las encuentro. Es demasiado grande y llevo tantas cosas en él que nunca encuentro las cosas cuando las necesito. De repente alguien me abre la puerta. No puede ser, otra vez ella.

- Pasa, bonita, pasa –me dice la señora mayor. De nuevo está con unas bolsas de la compra. Es extraño porque hoy no hay abierto ningún supermercado, es domingo.

- Muchas gracias –una sonrisa falsa y entro al portal.

- ¿Qué tal, hija?

- Muy bien, muchas gracias –pulso el botón del ascensor–. ¿Y usted?

- Como siempre, una vieja como yo siempre está igual –ríe irónica.

- Pase –ella toma sus bolsas y las mete con ella al ascensor. Tras ella entro yo–. ¿A qué piso va?

- Ya pulsaré yo después, no te preocupes –la misma respuesta de siempre. Me intriga muchísimo. Siempre aparece cuando algo malo ha pasado o puede pasar. Siempre.

- Ten mucho cuidado, hija.

- No sé a qué se refiere, señora.

- Mide tus palabras en todo momento y ten cuidado –las puertas se abren indicando que ya estamos en mi piso–. Ánimo.

¿Puedes sorprenderme?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora