Capítulo 22.

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22.

Su pie taconea nervioso en el suelo, su mirada vaga perdida por la mesa y su respiración se altera por momentos. Odio los silencios y más si es él quien los mantiene. Busco desesperadamente su mirada pero no tengo éxito.

- ¿Nos vamos? –pregunta Dani– tengo ganas de ver a tu madre –ha roto el silencio cambiando de tema porque estoy segura de que se ha dado cuenta de que yo no estoy cómoda. Puede que haya usado una excusa un poco tonta, pero útil.

- Sí –responde ahora Pablo.

- ¿Sí? ¿Sí qué? –no sé exactamente si ha respondido a lo que ha dicho mi amigo o la pregunta indiscreta de Emi, pero sea lo que sea ha conseguido que mi corazón se acelere más de lo que estaba.

- Que nos vamos.

- ¿Has pagado? –pregunto.

- Sí, ya está todo.

Me levanto de la silla y miro a mis amigos. Ya no es que esté mal porque no haya respondido, es que necesito irme. ¿Qué le cuesta admitir sus sentimientos? No pido que fuerce nada, pero las cosas se notan. O se le nota mucho o finge muy bien, que pensándolo bien ya no sé ni qué pensar. Me da una de cal y una de arena, siempre me deja con sabor agridulce.

- Sois unos aburridos –añade Emi–. ¿Por qué tenemos que irnos ya?

- Tengo que estudiar –respondo–, vámonos.

- ¿Un viernes? ¡Eres una aburrida!

- No soy yo quien pone los exámenes, lo siento. Vámonos.

- No sé qué te estará haciendo tu novio el profesor –le señala– pero te estás volviendo un muermo. Siempre diciendo que tienes que estudiar o que no puedes hablar mucho porque tienes que irte con él, ¡tía que nosotros seguimos aquí, joder! Venimos a verte y sí, me apetecía conocerle para saber quién era el que te hace que nosotros no seamos los únicos que te compartimos, pero tía, no en veinte minutos, ¡no fastidies!

- ¿A qué viene todo esto?

- A nada, Laura, a nada. Déjalo, coge tu cabezonería y vamos a casa a que estudies –se levanta de muy malas formas, da un último trago a su bebida y sale del establecimiento.

- ¿Yo he hecho eso? –le pregunto a Dani con voz temblorosa y los ojos húmedos. Su única respuesta es una mirada y su salida también del bar.

Se ha quedado bonita tarde entonces. ¿En serio he dejado de lado a mis amigos por Pablo? Obvio que un poco sí, pero ha sido por un cúmulo de cosas: vivimos en distintas ciudades, es final de curso, ellos tienen allí su vida y la mía está aquí en proceso de formación.

- Tranquila, Laura –es mi novio quien habla ahora–. Es normal que estén así, hace mucho que no os veis y seguro que a ellos también se les hace difícil.

- No he querido dejarles de lado, Pablo, no quiero.

- Anda, ven aquí enana –me estira del brazo y en apenas segundos me encuentro rodeada por él y con mi cabeza hundida en su pecho inhalando su olor cada vez que tomo aire. Esté es mi sitio, lo sé–. No vale llorar, ¿eh?

- Sí que vale –y digo esto porque no puedo evitar que las lágrimas rueden por mis mejillas.

- ¡Eh! ¿Quieres que me enfade? –me separa de él y pone sus brazo en jarra sobre la cintura.

- Si es así enfádate todo lo que quieras –río.

- ¿Te hace gracia que me enfade? ¿De veras?

- Se nota que no te ves, cielo, se nota mucho.

- Ya se han ido las lágrimas, todo perfecto. Que no vuelvan –vuelve a tirar de mí hacia él pero esta vez no deja que mi cabeza vuelva a reposar sobre su torso, ahora con un sutil movimiento hace que mis ojos y los suyos se encuentren.

¿Puedes sorprenderme?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora