Capítulo 4.

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4.

No puedo reaccionar, mi cuerpo no responde y mi voz ha desaparecido. Intento mantenerme en pie como puedo evitando que la gente se dé cuenta de lo que está pasando. Delante de mí, está él. Sí, sé que es un hombre por su voz aunque no estoy completamente segura.

-        Móntate en el coche —me ordena.

Definitivamente no es un hombre. Su voz es grave, pero no es un hombre. Tiene facciones de mujer y a pesar de su ropa ancha se notan sus curvas y la forma de sus pechos. No consigo verle la cara, lleva unas gafas de sol, un gorro y una especie de bufanda que le cubre hasta la nariz. Va vestida de negro, zapatos, pantalones y sudadera negra.

-        ¡Que te subas al puto coche, joder! —exclama— ¿es que no me entiendes?

-        Sí, perdón —digo agachando la cabeza e introduciéndome en el coche.

-        Ni una palabra, ¿entendido? Si no haces lo que te digo la cosa no irá bien.

Asiento con la cabeza presa del pánico. Por la cabeza se me pasan todo tipo de ideas, desde que todo sea una broma pesada de mis amigos -aunque pensándolo bien, no tengo muchos amigos aquí- o que me vayan a matar. No sé porqué pero me decanto más por lo segundo.

-        ¿Ves que bien estás con la boca cerrada? —dice con malicia subiéndose al coche.

Cierra la puerta con un suave movimiento, no hace ruido ni nada por el estilo. Para mi sorpresa no arranca, no pone en marcha el coche, solo se sienta y me mira.

-        Mira, niñata, no sé a qué estás jugando pero vas muy mal.

-        ¿Perdón? —consigo decir.

-        Te he dicho que no digas ni una puta palabra si quieres que todo salga bien —amenaza-. Te vi, te vi con él el otro día, ¿sabes a quién me refiero? —pregunta con una risita irónica— ahora sí puedes responder, inútil.

-        No, no sé a qué te refieres —miento.

Obviamente sé que se refiere a Pablo. ¡Mierda! ¡Me vio con Pablo! Pero, ¿a ésta que más le dará lo que haga o deje de hacer con él? No entiendo nada, esto es surrealista, seguro que lo cuento y no se lo creen. El sentimiento de rabia se apodera de mí, hacía mucho tiempo que nadie se metía en mi vida y ahora de la nada viene la idiota de turno y lo hace.

-        A mí no me vaciles. Te vi con Pablo besándote en la salida del instituto, ¿se te refresca la memoria ya? Ah, igual es que eres una de esas niñas putas que se van enrollando con toda persona que tiene algo entre las piernas, ¿verdad? —me dice elevando un poco el tono de voz, con maldad.

-        Ya sé a qué te refieres, sí —me limito a responder esto, no quiero responder a lo demás o todo irá peor. Me cuesta controlarme pero he de hacerlo si quiero que me deje en paz cuanto antes.

-        ¿Besa bien, verdad? —pregunta con tono amenazante— ¡contéstame!

-        Sí, sí.

Se ríe. Tiene una risa malévola, la típica que tienen las brujas de las películas. La angustia me supera, el miedo, la incertidumbre y la impotencia se mezclan en mí. Exactamente no sé cómo me siento ahora mismo, solo sé que tengo ganas de llorar, de salir de aquí, de este angustioso coche y llorar.

-        Acércate a Pablo una sola vez, solo una más como la del otro día y te digo yo que esta conversación será lo más suave que tenga contigo, niña. ¿No te das cuenta de que no le importas? Cuatro lengüetazos tontos, dos frotamientos y ale, a tu casa. Que te quiere para dos polvos, si es que vales aunque solo sea para eso, niñata, olvídate de él —me dice con furia mirando por el espejo retrovisor— no tienes nada que hacer, juegas en otra liga, él es de división de honor y tú de un equipo de cuarta.

¿Puedes sorprenderme?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora