23.
Son las once y media de la noche y aquí estamos Emi, Dani y yo vagando por las calles de Barcelona a la única luz de las farolas ya que hoy no hay Luna visible. Le he dicho a Pablo que nos deje lejos de casa. Ninguno de los tres habla pero no importa, no nos sentimos incómodos. En casa de mi novio todo ha ido bien, quizá cuando han vuelto ellos de ver la casa ha habido algo de tensión pero nada que unas buenas risas no puedan calmar. Mentiría si dijera que no me mata la curiosidad de saber qué les ha parecido finalmente mi chico, pero no sé si quiero saberlo realmente. Sé que de parte de Emi van a venir halagos, pero ¿de Dani? De él seguro que puedo llegar a oír de todo menos simpático.
- Tengo sueño –salta Emi de repente.
- Tía, no son ni las doce y ¿ya tienes sueño? –le digo– ¡estás hecha una floja!
- No sabes lo que es aguantar no sé cuántas horas de viaje aquí al amigo –señala a Dani con la mirada– hablando sobre coches y sobre Pokémon.
- Haberte cambiado de sitio –responde él.
La manera de estar de mi amigo ha cambiado radicalmente, no sé el porqué pero cambiar ha cambiado. No habla, no ríe, ni siquiera me mira. Es raro. Es muy raro.
- Dani, ¿has avisado a tu madre cuando habíamos llegado? –tras la pregunta el chico le responde con la cabeza–. Genial, gracias por recordarme que yo también tenía que hacerlo –saca de su escote el teléfono móvil y se aleja de nosotros con paso firme y rápido, viéndola cualquiera podría decir que está huyendo de alguien.
El silencio reina entre mi amigo y yo. Tengo la sensación de tener un muro entre él y yo que nos prohíbe hablar. Está distante aún teniéndole a unos escasos diez centímetros. Camina con la cabeza agachada y la mirada fija en el suelo.
- ¿Vas a decir qué es lo que te pasa? –suelto de repente.
- No lo voy a decir porque no me pasa nada –responde sin mirarme y sin parar de andar.
- ¿A quién quieres engañar, tío? –corro como puedo y freno su paso poniéndome enfrente suyo.
- Déjame, Laura, por favor.
- ¡Ves! ¡Te pasa algo, a ti te pasa algo! –exclamo.
- ¡Cómo quieres que no me pase nada, Laura! He tenido que ir esta tarde con una persona que sin conocerla de nada me da rabia. Me da rabia porque está con la única chica por la que realmente he sentido y siento, pero ¿qué más me da la rabia que pueda tener si yendo a conocerle a ti te hago feliz? –suspira, vuelve a tomar aire y continúa hablando– No puedo evitar estar así, Laura, ahora te hace feliz pero sé que te la va a jugar, lo sé. Ojalá me esté equivocando pero sé que te la jugará. Sabes que estaré ahí si pasa algo, pero si puedo evitarlo lo intento.
- Es mi vida y no tienes que evitar nada porque esto es asunto mío –eso es lo único que se me ocurre decirle. No es realmente lo que pienso pero sí lo que siento y, muy a mi pesar, no puedo evitarlo.
- Lo siento –se limita a responder–. Tu ya has cambiado de libro y yo todavía sigo en el capítulo que por título tiene escrito tu nombre –se sienta en una especie de muro que hay bordeando la playa pero sin mirarme aún a la cara.
- Podrías hacerlo, mereces hacerlo –me acerco a él levantándole su cara con mis manos y mirándole a los ojos por fin–. Si no quieres hacerlo por ti, hazlo por mí.
- No es que no pueda, Lau, es que no quiero. Es que no puedo quitarme la esperanza de que algún día las cosas vuelvan a ser como fueron en su día.
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¿Puedes sorprenderme?
Novela JuvenilAlguien me dijo una vez que las pequeñas cosas son las que te hacen feliz y que el destino lo escribes dependiendo de eso, de las pequeñas cosas, así que ¿por qué no hacer de lo pequeño algo grande y de algo grande nuestra felicidad?