28.
- Gracias por esta noche, Pablo –tomo su mano al salir del restaurante.
- La noche todavía no ha acabado, pequeña –sonríe y me besa en la mejilla.
Caminamos de la mano sin decir nada hasta el aparcamiento que nos ha indicado el aparcacoches. Subimos al coche sin hablar, pero no importa. Me siento muy a gusto. La cena ha ido genial. Más que eso. Ha sido perfecta. Le he conocido un poco más de lo que ya lo hacía. Increíble, así ha sido.
- Prométeme que esto no acaba aquí y que habrá más cenas. No pido que sea en un sitio de pijos, me vale un simple McDonald.
- Prometido –sonríe y arranca el coche–. A la próxima invitas tú, ¿no? –bromea.
- Entonces mejor para la próxima pedimos unas pizzas –reímos.
A lo largo del viaje no paramos de bromear. Ambos sabemos cómo estamos y por qué estamos así. Tenía la necesidad de sentirme querida y el la cubrió. Gracias a él volví a reconocer la sensación del deseo y recuperé las ganas de ilusionarme. Me comprendió y supo darme lo que mi cuerpo pedía. Sabe tenerme.
- ¡Sube el volumen! –exclamo cuando oigo las primeras notas de "Thinking out loud".
Me hace caso y sube el volumen. Hace poco descubrí esta canción gracias a las listas de novedades de Spotify. Es genial.
Apenas ha pasado media canción y ya estamos entrando en el garaje de su casa. Bajo del coche cuando el motor se apaga y cuando él lo hace. Me gusta el olor a garaje.
- Por aquí –me indica con la mano.
- Sé el camino, cariño –digo haciéndome la interesante.
Alcanza mi paso y comenzamos a andar a la par hacia el ascensor. Me agarra por la cintura antes de llegar llevándome hacia la pared más cercana a nosotros.
- Necesito hacer algo –y me besa. Me besa con ganas, con fuerza. Como nunca antes. Bloquea mi cuerpo con sus piernas. Sus manos sujetan mi cabeza acariciando mi cuerpo. Su respiración se agita por momentos, al igual que la mía.
- No puedes ser tan efusivo –susurro pegada a sus labios. Me besa–. Puede vernos alguien.
- ¿Y qué más da? ¡Mientras no se una! –reímos y volvemos a retomar el paso. Me agarra de nuevo por la cintura, pero esta vez más dulce–. Adelante –indica abriendo la puerta del ascensor. Tras de mí entra él y me abraza por la espalda.
- Hacemos buena pareja –sonrío mirándonos en el espejo que tenemos justo enfrente–. ¿Algún día me presentarás en público? –mi espontaneidad, adivino, que le deja un poco perplejo. Solo hace falta verle los ojos como platos y su boca medio abierta para saberlo.
- No lo sé, Laura. Eres mi alumna, que no se te olvide. Se me puede caer el pelo si alguien se da cuenta de esto, ¿sabes?
- Lo sé, Pablo, claro que lo sé –le contesto con resignación–, pero ¿vamos a estar todo el rato yendo a escondidas por miedo a algo?
- Sí –responde rotundo–. No me puedo jugar todo por dar a conocerte.
- No es jugarte nada, es dejar a un lado lo que piensen.
- Es que para ti sería muy fácil decir que soy tu novio, lo máximo que puede pasarte qué es, ¿que tu madre te castigue? –pregunta irónico.
- Obvio que no, creo que pueden expulsarme del instituto, pero ¿qué más da?
- Laura, ni se te ocurra jugarte nada por mí.
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¿Puedes sorprenderme?
Fiksi RemajaAlguien me dijo una vez que las pequeñas cosas son las que te hacen feliz y que el destino lo escribes dependiendo de eso, de las pequeñas cosas, así que ¿por qué no hacer de lo pequeño algo grande y de algo grande nuestra felicidad?