2.
No sé qué ha pasado para que haya hecho esto. Fue un impulso supongo, un arriesgado pero placentero impulso. Estamos abrazados en medio de la calle, en la puerta del instituto. Ni él ni yo decimos nada, solo nos abrazamos. Noto que se separa de mí y me mira a los ojos.
- Laura, esto no está bien. En realidad si lo está, pero ya me entiendes.
- Lo sé, perdona —respondo confundida recogiendo mi mochila del suelo y colgándomela del hombro-, sé que no debería haberlo hecho pero lo hice.
Está claro que la he fastidiado. No sé que me pensaba que era esto. Que es tu profesor, Laura, que no le conoces lo más mínimo. No sabes ni si tiene novia, ni su vida, nada. Sabes que existe por, únicamente, haberte tocado como tutor y haberte dado unas clases —me digo a mi misma- estás tonta, Laura. Gilipollas perdida.
- Me tengo que ir, lo siento, —suelto mirando al suelo- mañana nos vemos.
- No te puedes ir sin comentar nada, sin explicarme por qué lo has hecho, joder.
Veo como se agacha y saca un bolígrafo de su mochila y antes de que me quiera dar cuenta ya se ha incorporado y está escribiendo en mi mano un número de teléfono.
- Dime algo por favor.
Y se va, así, sin despedirse ni nada. Menudo profesor está hecho, se lía con una alumna y ni se despide. Caigo en la cuenta de que tengo su teléfono apuntado en mi piel. Dime algo, por favor. Parece desesperado. Eso es lo que pasa, que está desesperado, cómo no me habré dado cuenta antes. Éste lo que busca es un saco Campanilla, sí, porque echa polvos. Cómo me he dejado llevar tan pronto, qué ha hecho conmigo para haberse colado en mi cabeza tan pronto. No, Laura, no. Olvídate. Nunca estará bien visto que un profesor y su alumna, por más jóvenes que sean y por más que se atraigan, salgan juntos.
Entre tanto pensamiento, me doy cuenta de que estoy en la puerta de mi casa. Subo a casa y, sin comer, me voy a mi cuarto. Con mi madre no ha habido mucha conversación, me ha preguntado que qué tal en clase, que si me adapto bien y que si ya le tengo el ojo echado a alguno. Qué bien me conoce y si ella supiera a quién tengo el ojo echado...
¿Le llamo? ¿Le mando un mensaje? ¿Un Whats App quizá?
No, Laura, ni se te ocurra hacerlo —dice mi subconsciente- ¿o es que quieres ser un saco Campanilla? Eso nunca, nunca te rebajes a ese nivel, ¿entendido? Lo que ha pasado antes en el instituto ha sido por un impulso pero nada más, ¿vale? Es tu tutor, nada más. Anda que no hay peces en el río, idiota. Puedes tener a cualquiera a tu lado y tú vas y eliges a ese capullo... ya te vale. Céntrate en seguir bien tus estudios y en hacer amigos aquí.
El sueño se apodera de mi cuerpo, las piernas se me duermen, los ojos se me cierran. Bostezo una y otra vez. Me acurruco con un peluche gigante que me regaló Dani por nuestro tercer mesiversario.
- ¡Gorda! Quita de mi camino que lo ocupas y no puedo pasar —me chilla un chico.
- Perdón, Miguel...
- Qué fea eres. Por tu cumpleaños te traeré una bolsa de basura para tu cara, para que luego te quejes de que no te regalan nada —dice riendo-, no te la comerás, ¿verdad? — y se va sin parar de reír. Su carcajada la puedo escuchar a metros y metros de distancia.
Nadie sabe el miedo que le tengo a ese chico, a su risa, a sus bromas, a su voz, hasta a su manera de andar le tengo miedo. Empiezo a chillar dormida. Mi pesadilla me persigue, el mismo calvario de hace años se repite hasta cuando duermo.
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¿Puedes sorprenderme?
Ficção AdolescenteAlguien me dijo una vez que las pequeñas cosas son las que te hacen feliz y que el destino lo escribes dependiendo de eso, de las pequeñas cosas, así que ¿por qué no hacer de lo pequeño algo grande y de algo grande nuestra felicidad?