Capítulo 1.

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1.

Hola, yo soy Laura. Tengo 16 años y me acabo de mudar a Barcelona. Mis padres se acaban de separar pero no se llevan muy mal, la verdad que no sé aún el porqué de su ruptura pero el caso es que no están juntos. Yo vivo con mi madre ahora en Barcelona, no sé cómo me irá por aquí, no conozco a nadie, no sé casi ni la calle donde vivo. Mi padre se ha quedado en Zaragoza, donde tengo mis estudios, mi familia, mis amigos, mi casa de siempre y bueno, mi vida en general. He dejado atrás a mi novio, bueno, ex novio, lo dejamos hace cosa de mes y medio pero todavía le tengo en mente, rompimos porque todo había cambiado, dos años de relación, intensos, con nuevas experiencias... en fin, pasado. Es mi mejor amigo ahora, sabe todo de mí y yo todo de él, aunque no estemos juntos no quiero perder la confianza que tenemos y que hemos ido cogiendo, me parece una tontería.

-        Laura, ponte a desempaquetar tus cosas, no tenemos tiempo que perder.

Y esa es mi madre, mi cariñosa y, a veces, insoportable madre. Se llama Carmen, yo la llamo mamá, llamadme rara. Decidió poner tierra de por medio, yo digo que para dejar de pensar tanto en mi padre, ella dice que porque aquí tiene más oportunidades de trabajar, excusas. Para ser sinceros, mi madre está pilladísima por mi padre, yo si fuera ella también lo estaría. Mi padre es alto, de pelo castaño cobrizo y con un cuerpo bastante cuidado. Su mirada deja sin habla a cualquiera, impresiona a toda mujer que se le ponga por delante, para qué mentir. Creo que pocas mujeres que se le pongan por delante han podido resistirse a mirarle los labios, los tiene muy bonitos, muy normales también, pero están tan perfectamente delineados y con ese color rosa tan característico que, bueno, que todas los miran, muchas los desean y hasta el momento solo una ha sido afortunada en probarlos, sí, mi madre. Tiene barba de dos días, mi madre no, mi padre. Le da un aire interesante, la verdad que es guapísimo. Siempre va arreglado, hasta con una camiseta parece que va elegante, sí, así es él. Es abogado de un conocido bufete de allí. Sé lo que estarás pensando, soy una niña mimada, en cierta parte tienes razón, todo lo que se me antoje lo puedo conseguir, pero no soy así, las cosas que quiero me las gano esforzándome como que me llamo Laura Gracia López.

-        ¡Laura! ¿Quieres dejar de una vez el teléfono y ponerte a sacar tus cosas de las cajas? —chilla mi madre- ¡no pretendas que lo haga yo!

-        No mamá —digo- ahora empezaré. Y tranquila, anda, que acabamos de llegar y ya estás estresada.

Una mirada fulminante. Parece que se va relajando cuando asimila lo que le acabo de decir. Me dirige una mirada tierna y sonrisa tímida.

-        Tienes razón pequeña... perdón, —se disculpa- en diez minutos estate preparada, vamos a buscar tu instituto para que empieces cuanto antes.

Le sonrío en modo de aprobación y mi madre se va. Tiene unos cambios de humor tan repentinos... no sé cómo voy a acostumbrarme a aguantarlos yo sola, pero bueno, todo será amoldarse a la situación... digo yo.  

Salimos de casa con el propósito de, primero, no perdernos y luego si conseguimos encontrar un instituto cercano al que pueda asistir sería increíble. Mi madre no es precisamente un GPS personificado, pero yo soy todavía peor, el día que no me pierdo dando un paseo es raro. Preguntamos en la agencia que alquilamos el piso cuáles eran los centros de secundaria más cercanos, pero mi madre no se acuerda del nombre de ninguno, así que es como si no hubiéramos preguntado nada. Repetimos la misma pregunta a un grupo de hombres que estaban tomando unas cervezas en la terraza de un bar y nos indicaron. Llegamos al centro tras perdernos de nuevo, eran ya las doce y media de la tarde pero como la dirección del instituto estaba abierta entramos a hablar. Llegamos a la conclusión de que éste es el mejor lugar que vayamos a encontrar por aquí (en verdad hemos llegado a esa conclusión porque no tenemos ganas de buscar otro instituto y volvernos a perder) y rellenamos mi matrícula. El sitio es increíble, tiene dos patios enormes con canchas de baloncesto y una pista de fútbol sala con unas pequeñas gradas en cada patio. La pista de atletismo rodeaba ambos recreos y, fuera de ésta, unos jardines con un huerto en medio, marcaba el final del recinto siendo rodeado por unas verjas verdes. Es un centro público, como mi instituto de Zaragoza. Aunque pueda permitírmelo, ¿para qué vamos a pagar más por ir a la escuela, si acabaré estudiando lo mismo en un sitio que en otro? Lo veo una tontería.

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