15.
Otra mañana más despertando en la misma cama; la mía. Para no perder costumbre desayuno, me aseo y me visto con desgana. Hoy tengo gimnasia, así que me pongo unas mallas y una camiseta de deporte azul, al igual que mis deportivas, y para terminar una sudadera. La breve conversación de anoche con Pablo me dejó un sabor amargo. Estaría preparando algunos de sus famosos exámenes, esos de los que sales y te duele la muñeca de tanto escribir, que hasta el bolígrafo se queja. Sacándome de mis pensamientos un pitido de mi móvil suena una y otra vez y yo, con la esperanza de que sea uno de esos bonitos pero breves de Pablo dándome los buenos días, lo cojo. Me equivoqué, es Raquel diciéndome que me dé prisa. ¡Mierda! Me he despistado demasiado pensando en... en ¿qué? En todo y nada diría yo.
- ¡Eres una tardona! -exclama mi amiga nada más verme salir de mi portal.
Río y le hago un gesto de perdón con las manos. Cuando estoy cerca de ella me agarra del brazo y tira de mí para que acelere el paso.
- Segurísimo que estabas hablando con Pablo y por eso te has olvidado de la maravillosa chica que te espera para ir a clase -dice tirándose flores sobre su jardín.
- Pues siento decirte que "la maravillosa chica que me esperaba para ir a clase" se equivoca -ojalá no se equivocara, pero es así, no está en lo cierto. Soy consciente de que el tono con el que le he contestado no era muy feliz precisamente, pero es lo que hay.
- ¿Ha pasado algo? -ya estamos en la puerta del instituto cuando me plantea esa pregunta, incluso nos ha acabado sobrando tiempo.
- No, no ha pasado nada -finjo una sonrisa al terminar de responder.
- No insistiré, de todas formas cualquier cosa puedes contar conmigo, ya lo sabes.
Toca el timbre y, sin demorarnos mucho, corremos hacia ética. La clase de hoy ha sido oportuna, hemos hablado sobre la felicidad, concretamente sobre una pregunta: ¿qué es ser feliz? No sé exactamente definir eso, pero en el momento que se me plantea esa pregunta a mi cabeza viene siempre lo mismo: todos y cada uno de los pocos recuerdos que tengo con Pablo. Debe ser que ser feliz es algo tan extraño que no se puede definir con palabras todo lo bien que se querría, pero sí con momentos, de ahí que deduzca que la felicidad son momentos.
- Y bien, Laura, ¿qué es lo que te hace estar en la Luna? -me pregunta la profesora.
- Estoy pensando -me limito a responder.
- ¿Se puede saber en qué? Debe ser muy interesante ya que la explicación no es que la estés siguiendo.
- ¿Por qué se nos hace tan difícil definir qué es ser feliz, pero sin embargo cuando nos preguntan qué es estar triste nos viene a la cabeza la angustia o el dolor? Al fin y al cabo son sentimientos los dos, ¿no?
- Sí, pero ¿dónde quieres ir a parar?
- A ningún sitio, me has dicho que te diga en qué pienso y eso he hecho. De todas formas, si es tan difícil decir qué es ser feliz será porque es difícil serlo también. Por uno mismo, solo, debe ser difícil serlo pero sin embargo cuando estás con alguien, con personas que te hacen sentir bien se supone que eres felicidad, entonces, digo yo que la felicidad es algo tan efímero como un momento.
- La felicidad es sentirte bien contigo mismo y con el resto, Laura, no le des más vueltas -me reprocha la profesora revolviéndose en su asiento.
- No estoy de acuerdo -le recrimino.
- ¿Por qué no estas de acuerdo?
- Porque si para todos la felicidad fuera lo mismo todo sería muy monótono, ¿no? La felicidad va a depender siempre de cómo veas tu las cosas y de cómo las sientas. Además, ¿yo no puedo ser feliz a medias?
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¿Puedes sorprenderme?
Ficção AdolescenteAlguien me dijo una vez que las pequeñas cosas son las que te hacen feliz y que el destino lo escribes dependiendo de eso, de las pequeñas cosas, así que ¿por qué no hacer de lo pequeño algo grande y de algo grande nuestra felicidad?