Capítulo 17.

214 10 0
                                    

17.

Mi cuerpo se paraliza al oír mi nombre a la espalda, mi reacción no se hace esperar porque conozco esa voz y esa manera de nombrarme.

-        ¿Qué haces aquí? –pregunto sin devolverle el saludo.

-        Trabajo aquí, ¿te lo recuerdo? –responde Pablo en tono irónico.

-        ¿Me estás controlando, Pablo? –me temo que la respuesta sea un sí rotundo porque me pondría de un mal humor increíble.

-        ¿Tú que crees? –vaya respuesta ingeniosa, ¿qué creo? Pues creo que eres un controlador empedernido que se esconde bajo una fachada de hombre amable y transparente.

-        No sé que creer.

Veo que Álex se acerca a lo lejos, le conozco por su manera de andar que es divertida a la vez de peculiar: siempre va con la mano derecha metida en el bolsillo de su pantalón y moviendo la cabeza de derecha a izquierda como uno de estos muñecos con la cabeza enorme y desproporcionada que tienen un muelle por cuello.

-        Créeme a mí –y me besa no sé si porque se ha dado cuenta de que mi mirada no estaba clavada en sus ojos sino más allá de él y ha podido intuir que mi amigo se acercaba, eso sería muy retorcido así que prefiero dejar esa idea a un lado y disfrutar una vez más de sus labios. Me dejo llevar por él, pero el beso es un beso diferente a los que me ha dado días atrás, es un beso que siento frío y desganado, como si lo hubiera hecho por un guión o simplemente por bien quedar.

-        Hola –murmura una voz masculina a mi lado.

-        ¡Álex! –exclamo una vez que he acabado con extraño beso.

-        Buenas tardes –saluda por educación mi novio, y digo por educación porque sé que esto tampoco lo hace con alegría o entusiasmo.

-        ¿Nos vamos? –pregunto efusiva dirigiéndome al que en su día fue mi guía.

-        Genial –me responde él.

Me despido de Pablo dándole un beso en la mejilla ya que no me apetece besarle en los labios, además de incómodo no me entusiasma la idea de tener que volver a besarle de la manera en que nos besamos antes. Comenzamos a caminar sin fijar un rumbo, en nuestro recorrido Álex me explica donde estamos ya que nos metemos de nuevo por callejones extraños que, a diferencia de la otra vez, sí localiza.

-        ¿Hacemos una parada? –digo apoyando mis manos en las rodillas haciendo como que estoy exhausta.

-        Eres una floja, ¿eh? –ríe– ¡apenas hemos subido cuatro cuestas y hemos recorrido dos calles tontas!

-        Perdona, chico fitness –le respondo burlona.

-        Anda, haz un esfuerzo más y paramos en algún parque o algo.

Accedo a su propuesta dando unas palmadas a las que le siguen unas cuantas carcajadas suyas. En cuanto diviso una tienda de cartel azul que pone "Endulza tu vida" y deduzco que venden chucherías y bebidas cuando pasamos por el escaparate no me pienso dos veces entrar. Mi amigo se compra una botella de agua y una bolsa con pipas sin sal y yo arraso con todo ya que me compro una bolsa de regalices rojos, una bolsa de patatas fritas, un surtido de golosinas –que estaban anunciadas para niños pequeños– y una Coca-Cola Zero para no engordar, me refiero para no engordar más de lo que voy a engordar con todas mis reservas del ejército colesterol por el que he pagado.

¿Puedes sorprenderme?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora