12.
Mi comentario le ha hecho callarse, no sé si esto es bueno o malo, pero me estoy poniendo de los nervios, en ocasiones así odio el silencio a más no poder. A veces me mira y otras se pasa la mano por el pelo, pero no habla, no vocaliza, me tortura sin dirigirse a mí.
- No sigas por ahí, por favor –me suplica.
- Perdón si te ha sentado mal lo que he dicho, pero es lo que pienso.
- Me estresa mucho pensar en esto, Laura, no estoy enamorado de ti, ya lo sabes, igual que sabes que el tiempo me dirá si puedo llegar a sentir algo más allá de lo que siento ahora, –hace una pausa- así que te pediría, más bien te rogaría que no me insistieras tanto en esto, ¿vale?
- Vale –respondo escueta.
- Estás a la defensiva.
- No, es que parece que no puedo decir lo que pienso ni a mi propio novio. Tienes miedo al amor, no lo niegues, tiene miedo.
- ¡¿Sabes qué me apetece ahora mismo?! –exclama levantándose de mi cama, donde estábamos sentados.
- ¿El qué?
- ¡Comerte la boca para que te calles de una vez!
- ¡Pues hazlo, joder, hazlo! –ordeno.
Y mis deseos son órdenes o mis órdenes deseos, no sé. Sus labios chocan con fuerza con los míos, pero no me hacen daño, su lengua irrumpe desesperada en mi boca, con ansia. Me tumba en la cama poniéndose encima de mi cadera inmovilizándome por completo, haciendo que mi apetito sexual se dispare y mi deseo por él crezca y crezca cada vez más si cabe. Se deshace de mi camiseta con un movimiento hábil y vuelve a la acción dejando un rastro de besos desde mi cuello hasta el ombligo, y es justo en el final de ese recorrido donde su lengua entra en contacto con mi piel. Mi cuerpo arde y, por lo que noto, el suyo también. Nos quemamos el uno al otro. Sus besos están centrados ahora en mis pechos y su mano derecha se ha ido adentrando por el interior de mi pantalón curiosa. Su dedo índice juega con mi zona más íntima provocando en mi un gemido tras cada movimiento. Mis ojos están cerrados, estoy extasiada de placer y esto solo ha hecho que empezar.
- Te gusta, ¿verdad? –pregunta excitado.
Espeto un sí, no alcanzo a decir más. Cuando contesto estoy cerca de explotar, apenas con tocarme un poco, este hombre consigue lo impensable. Mi móvil empieza a moverse en mi escritorio, alguien me está llamando, ¡qué oportuno, joder!
- Cógelo, quizá es importante –me dice Pablo cesando su movimiento y sentándose en la cama apoyando la espalda en la pared.
- Jo... -me lamento, pero una sonrisa increíble se pone en mi cara nada más leer en la pantalla "Dani"- ¡Hola! –digo cogiendo la llamada.
- ¡Lau! –exclama él desde el otro lado del teléfono- no tengo mucho tiempo, pero quería pedirte una cosa.
- Sí, dime.
- Este fin de semana no hagas planes, ¿vale? –me advierte y pregunta a la vez con un tono feliz.
- No me digas que... ¡te quiero! –chillo.
- Lo dicho, te dejo que voy a hacer cosas, ¿vale? –un sonoro beso llega desde el auricular de mi Smartphone.
- Adiós, cariño, ¡nos vemos!
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¿Puedes sorprenderme?
Teen FictionAlguien me dijo una vez que las pequeñas cosas son las que te hacen feliz y que el destino lo escribes dependiendo de eso, de las pequeñas cosas, así que ¿por qué no hacer de lo pequeño algo grande y de algo grande nuestra felicidad?