Capítulo 27.

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27.

Hacía tiempo que no estaba tan feliz, pero la ocasión lo merece. Soy feliz. Soy muy feliz.

Ya tengo la mochila preparada: pijama, ropa interior y cepillo de dientes. ¿Para qué más? No creo que use ni la ropa interior ni el pijama, pero por si acaso.

Suena a todo volumen La bienvenida al amor de Dasoul. Y tan bienvenido es.

- Quiero volar a tu lado porque el destino así lo firmó –canto chillando un poco a medida que avanza la canción–. Hoy le doy la bienvenida al amor.

Mi teléfono comienza a vibrar. En la pantalla aparece su nombre.

- ¡Hola! –exclamo bajando la música.

- Se te oye muy feliz, ¿no?

- ¿No puedo estarlo? –río.

- Por supuesto, me gusta que lo estés –mi risa se frena y de mi boca sale un "ooooh" –. El coche le está esperando en la puerta de su casa, si fuera usted tan amable de no hacerse de rogar demasiado lo agradecería.

- ¿Dónde vas con tanta prisa?

- Ponte elegante, hasta ahora –un sonoro beso al otro lado de la línea y unos pitidos me dan el aviso de que la llamada ha terminado.

¿Elegante para qué? ¡Con lo guapa que iba con ropa de deporte! Este hombre es una caja de sorpresas.

Corro hacia mi habitación y abro el armario con fuerza. ¿Qué me pongo? Opto por un vestido negro con flores blancas y rosas, es arreglado pero a la vez con un toque informal. No sé, me gusta. Tampoco sé para qué quiere que me arregle, dónde vamos ni nada del estilo, pero de todas formas así me quedo. Unos zapatos con algo de cuña terminan el look para esta noche. No tenía pensado maquillarme, pero lo voy a hacer. Un poco de rímel, algo de sombra y una pizca de pintalabios y estoy lista. Me miro un par de veces al espejo:

- ¡Guapa! –exclamo mirándome de arriba abajo.

Además de la mochila que me había preparado, cojo un bolso negro. No llevo nada más que el móvil y el monedero, pero si hay que arreglarse, me arreglo bien. Corriendo, salgo de casa y cierro la puerta. Mis pisadas retumban por el rellano. No hace falta que llame al ascensor, pues ya hay uno aquí. Me subo, pulso el botón en el que pone "B" y en menos de un minuto estoy saliendo del portal. No hace falta buscarle mucho. Ahí esta, con unos pantalones negros de vestir y una camisa blanca. Apoyado en su coche. Ando despacio hasta él moviendo las caderas de manera un poco exagerada. Me mira. Se muerde el labio. Me gusta cuando lo hace. No me importa si alguien nos ve, no me fijo si alguien que conozco anda por aquí.

- Estás muy guapa –susurra cuando estoy en frente suyo–. Sube al coche –me abre la puerta y entro. Veo como rodea el coche por uno de los espejos. Qué guapo va.

- ¿Puede saberse dónde vamos? –pregunto una vez que ha cerrado la puerta.

- No seas impaciente.

El coche arranca y a su vez la música. Suena Demons de Imagine Dragons. No vamos por la ciudad, vamos por la carretera. Más de un coche nos adelanta, pero no importa. La mirada de Pablo está fijada al frente y sus manos hacen ritmos en el volante. Conozco este camino casi a la perfección.

- ¿Me has hecho arreglarme para ir a tu casa? –pregunto atónita.

Me responde con los ojos diciéndome que me calle. Su calle la pasamos. Vale, no vamos a su casa. Ante nosotros un letrero negro en el que, en letras blancas, se puede leer "C'est jolie!" Me suena este restaurante. Hay gente en la puerta esperando a entrar. De repente, Pablo me abre la puerta.

¿Puedes sorprenderme?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora