8.
- No te vayas, papá. Por favor —le digo a mi padre abrazándole.
Estoy con mi madre y mi padre en el andén seis esperando a que salga el tren a Zaragoza. Estos días con él todo me ha ido bien, he tenido a mi gran apoyo cerca, a mi amuleto de la suerte como yo le digo, y ahora llega el momento de despedirse. Igual no he aprovechado el tiempo con él tan bien como debería, pero mi cabeza todavía se está acostumbrando a todo lo que me ha pasado.
- Nos veremos pronto, —me contesta él con una voz tranquilizadora- no estés mal, bicho.
- Te quiero papi.
El tren abre la puerta de entrada y la gente se va poniendo en fila para entrar. Mis padres se han despedido con un cálido abrazo y algún que otro susurro que no he conseguido escuchar.
- Hasta pronto, chicas —se despide mi padre subiendo al tren.
Yo me limito a decirle adiós con la mano ya que no puedo hablar porque tengo un nudo en la garganta. Esto es horrible, tener que decir adiós a una persona que siempre te ha dado sus buenos días es algo que no le deseo a nadie. Mi madre y yo vamos andando hacia la salida de la estación.
- Laura, sé sincera: ¿dormiste en casa de Raquel realmente? —dice mi madre con total tranquilidad.
- ¿Qué? Claro que sí, mamá —me limito a decir sorprendida. No puede ser que me haya descubierto tan pronto.
- No te preocupes, no te voy a insistir, me creo lo que me dices. De todas formas sabes que me puedes contar lo que sea, ¿vale?
Termino la conversación asintiendo con la cabeza. La verdad que ayer fue un día increíble en todos los sentidos, Pablo me ha abierto un mundo nuevo. Dormir a su lado, verle recién despertado o nada más salir de la ducha son pequeñas cosas que me hacen darme cuenta de que la vida es maravillosa. Es perfecto lo mires por donde lo mires, además tiene una cosa que me encanta: ¡no ronca! Parecerá una tontería, pero los ronquidos me ponen nerviosa. Al final no fuimos al cine, acabamos viendo una película en casa, perdón, en su casa. La película creo que se llamaba "La teoría del todo". Para qué mentir, no me enteré de nada porque estaba más pendiente de mi novio que de lo que pasaba. Me llevó a mi casa a las nueve y media de la noche más o menos y como mis padres no habían llegado aún tuve tiempo de pensar en todo lo que me había pasado, ¿cuál fue mi conclusión? Ninguna, cuando empecé a darle a la cabeza me llamó mi chico por teléfono y se me fue todo de la mente.
- Vuelve al mundo y sube al taxi, anda —me avisa mi madre.
- Sí, perdona.
Cuando me quiero dar cuenta ya estamos en la puerta de mi casa y mi madre está pagando al taxista. Subimos a casa andando porque, por si no lo había dicho, estoy de operación bikini.
El día acaba con normalidad, he llamado a Emi y a Dani, que habían quedado con el grupo de siempre y así aprovechaba y hablaba con todos. Le he dicho a mi mejor amiga que mañana le contaría lo mío con Pablo con palabras mas sutiles, obviamente, pero me ha pillado a la primera. La noche en Barcelona ha caído ya, hace algo de fresco y sopla un poco de viento.
Y de nuevo el día empieza al son de mi despertador. Desayuno rápido y me voy a arreglar. Una vez lavada, pintada y con la cara algo más decente toca vestirse. No me complico mucho: un pantalón negro, una camisa y unas bambas. Perfecta, bueno, a quien no le guste que no mire. Cuando bajo a la calle Raquel ya me está esperando —como de costumbre- con su sonrisa característica.
ESTÁS LEYENDO
¿Puedes sorprenderme?
Ficção AdolescenteAlguien me dijo una vez que las pequeñas cosas son las que te hacen feliz y que el destino lo escribes dependiendo de eso, de las pequeñas cosas, así que ¿por qué no hacer de lo pequeño algo grande y de algo grande nuestra felicidad?