6. Reencuentro y Bipolaridad

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Las hermanas Martin iban en los asientos delanteros del auto de Lydia, discutiendo "silenciosamente" acerca de la situación. Ambas estaban sumamente nerviosas por desconocer el paradero de la pequeña castaña. En los asientos traseros, Meghara descansaba en posición fetal mientras imaginaba los posibles escenarios en los que su hija estaría ahora mismo.

¿Tendría frío? ¿Estaría con hambre? ¿Asustada? Mierda, claro que sí. Probablemente la pequeña niña estaría encadenada en una fría y sucia habitación, siendo torturada por el asesino sin boca. Mientras que la rubia disfrutaba del calor y la suavidad del asiento trasero de Lydia.

No era justo, para nada.

Tendría que ser al revés, tendría que ser Meghara la que estuviera siendo torturada y Talia tendría que estar descansando en su suave cama. Pero no, la vida no era justa.

La opresión del pecho de la alfa era cada vez mayor, sintiendo una sensación de desazón y angustia por no saber dónde estaba su hija, sintiendo pánico y dolor, tanto físico como emocional.

Corriendo por el bosque, se había hecho un grande corte en su pierna derecha y este sangraba a borbotones, sin siquiera demostrar un atisbo de curación. Según la rubia sabía, su cuerpo no sanaba porque ella no quería que así fuera. Quería concentrarse en el dolor físico para no pensar en el emocional, así es como se mantenía medianamente cuerda en estos momentos.

Muchas personas se autolesionan buscando aliviar su dolor emocional, y está mal, pero no pueden dejar de hacerlo. Sienten que lo merecen y por eso lo hacen, además de que es la forma de desahogar sus penas. Meghara debe aceptar que ella tuvo una época en la que la auto lesión fue su modo de vida, justo cuando se mudó a Grecia y descubrió su reciente embarazo, sintiéndose sola y desamparada. Gracias a la ayuda de un buen psicólogo y de la anciana Sophía, ella logró superar esa época.

Pero ahora, con una herida que no sanaba y que ella misma no había provocado, se sentía algo mejor que si hubiera sido el caso contrario, en el que ella misma se hubiera lesionado.

El auto de Lydia aminoró la velocidad, demostrando que estaban cerca del lugar dónde las personas que ayudarían en la búsqueda de Talia estaban. Finalmente el vehículo se detuvo frente a un edificio que parecía estar abandonado, todo sucio y con algunos vidrios rotos.

La griega sintió como ambas hermanas descendían de los asientos delanteros del vehículo y como la puerta que estaba a sus pies era abierta.

– Meggie, vamos – ordenó con voz suave Danielle, observando como la loba se removía en el asiento e intentaba sentarse. La adrenalina había pasado y ahora el dolor físico comenzaba a inundar su cuerpo.

Lydia suspiró mirando a la mejor amiga de su hermana y se acercó al oído de la banshee mayor – Iré arriba a preparar terreno, llévala cuanto antes.

Danielle asintió y Lydia partió hacia el piso superior del edificio, donde se ubicaba el loft de Derek. Abrió la pesada puerta de hierro y pudo ver a toda la manada McCall, a los Hale y a Christopher Argent dentro del loft, sorprendiéndose por la presencia de este último.

– Acababa de dejar a Liam en su casa cuando recibí tu llamada y vine lo más rápido que pude ¿Qué sucede? – preguntó Scott preocupado, poniéndose de pié y alejándose del sofá en donde descansaba junto a Kira.

Todos dentro del loft giraron su cabeza hacia Lydia, buscando explicaciones de porqué tenía tanta urgencia en la madrugada como para no dejarlos descansar.

La banshee suspiró – Alguien desapareció.

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– ¡Vamos, muévete! – decía Danielle, haciendo un gran esfuerzo en tirar de la pierna de Meghara hacia afuera del auto. La alfa se rehusaba a bajar de ahí, argumentando que su vida no tenía sentido sin Talia.

Made In Greece || Derek HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora