13. Valery

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Meghara abrió lentamente sus ojos, sintiendo su cabeza reposar en una suave y cálida superficie. Una pequeña mano acariciaba su frente y quitaba los transpirados mechones de esta.

- Está despertando - dijo una voz femenina y fuerte a su izquierda. La alfa sintió movimiento y rápidamente una persona tomó asiento a su lado.

Los ojos le pesaban y era casi imposible abrirlos, su cuerpo estaba entumecido y sentía el frío aire ingresar a su boca y congelar su garganta. Olvidando todo el dolor, la loba abrió lentamente sus ojos y observó el panorama.

Seguía en el bosque, pero esta era un área diferente a la anterior. En este lugar la sensación de paz y calma abundaban en el ambiente, además de un extraño olor a hierbas ahumadas. La noche ya había llegado a Beacon Hills, y con ella el clásico misterio del bosque.

Meghara logró mover un poco su cabeza para ver a las personas a su alrededor. Todos los lobos que había visto antes y algunos más estaban de pié, algo alejados de ella, mientras curaban sus heridas entre sí. Más cercana a su posición, había una chica rubia y de pelo corto, notablemente menor, que era la que acariciaba su frente. A la izquierda de la alfa, esta identificó a Braeden, la cual la observaba con el ceño fruncido. Finalmente, de pie frente a ella, estaba nada más y nada menos que la anciana e inteligente mujer budista, Satomi.

Meghara tomó asiento de golpe al ver, por primera vez en años, a la alfa, aquella mujer que siempre le dió los mejores consejos y los más exquisitos caramelos del condado.

Mala idea.

Un pequeño grito de dolor abandonó la garganta de la griega, la cual tosió con dolor y volvió a recostarse, con ayuda de Braeden y la joven beta.

- Con cuidado, Meggie, no quiero otro charco de sangre en mi lugar - Satomi sonrió con gracia, más solo recibió un asentimiento brusco y otra tos por parte de su igual.

Meghara alzó la cabeza y la observó para hablar con voz ronca - Satomi... tanto tiempo...

La alfa sonrió y asintió antes de pedirle a las dos chicas que ayudaban a la rubia que le dejarán espacio. Tanto Braeden como Lori se pusieron de pié y se alejaron unos metros.

- ¿Cómo te trata la vida? - preguntó con una sonrisa nostálgica la anciana mientras limpiaba el sudor de la frente de la mujer. Meghara cerró los ojos ante su tacto maternal y se permitió disfrutarlo antes de responder, hacía tiempo que no recibía una muestra de cariño de alguien tan importante en su pasado sobrenatural como Satomi. Y esto le hacía recordar a Talia, la antigua y poderosa Talia Hale.

Era una noche de tormenta en Beacon Hills y una Meghara de cinco años permanecía en su cama, con las cobijas tapándole hasta la nariz. Estaba asustada, ya había vivido tormentas antes, pero los pronósticos para esta en especial no eran buenos.

De repente, un fuerte trueno hizo temblar toda la casa, ocasionando que un grito dd temor saliera de la garganta de la menor, quien se cubrió aún más.

En seguida sintió unos pasos acercarse a su habitación hasta que, finalmente, su puerta fue abierta. Talia Hale, su madre adoptiva, se reveló en el espacio de la puerta. La mujer observó contrariada a su pequeña rubia y frunció los labios con disgusto al verla temblar. Entendía el miedo de Meghara a las tormentas puesto que ella fue abandonada en una noche cómo rsta, pero debía comenzar a superarlo. Era una niña pequeña, y aún estaba a tiempo.

La alfa se acercó a la pequeña beta y levantó las cobijas de su cama para acostarse junto a ella, ambas cubiertas por el grueso abrigo. Una vez debajo de la cama, Meghara abrió los ojos.

Made In Greece || Derek HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora