Vaya mesecito...

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Después de la prueba, fuimos a ver a Hagrid. Salimos a dar un paseo por la linde del bosque mientras hablábamos sobre la prueba y sobre en qué consistiría la última.

—Yo digo que les van a tirar a un foso con mortífagos de Azkaban a ver quién sobrevive— propuse andando hacia atrás para mirar a Hermione y Hagrid a la cara. A mi lado, Ron soltó una carcajada.

—Sí, con un dragón para hacerles compañía y un dementor por si acaso— se mofó.

—No hagáis bromas con eso— Hermione intentaba ocultar una pequeña sonrisa—. Aunque, siendo sinceros, a estas alturas me espero lo que sea.

—¿Y tú qué opinas, Harry?— Hagrid llevaba una sonrisa dulce impregnada—. Vaya, hacía tanto tiempo que no estábamos todos así, juntos.

—¿Señor Crouch?— Harry estaba a unos metros alejado, mirando algo en el suelo—. Ehm, chicos...

Me acerqué a Harry dando saltos, tenía mucha energía acumulada por la adrenalina. Energía que no tardó en desaparecer al ver el cuerpo del señor Crouch en el suelo, inerte.

—Apartaros de él. Vamos, aléjate, Lena— Hagrid me agarró del brazo suavemente, apartándome del cadáver que yo no podía dejar de mirar.

Una sensación de malestar se instaló en mi pecho; tenía un mal presentimiento.

Esa noche, Dumbledore pidió a Harry que subiera a su despacho. Cuando este volvió, nos contó que había metido las narices en el pensadero del director y nos relató todo o que había visto a cerca de Crouch y su hijo.

—¿A su propio hijo?

—Y ni siquiera pestañeó cuando se lo llevaron los dementores.

—Esto es demasiada información— mascullé frotándome la sien—. Y es muy tarde para pensar.

—Me lo dices o me lo cuentas...— Harry se llevó una mano hacia la cicatriz.



Días después de la prueba, llegó una lechuza marrón con una nota para Harry. La nota era simple:

Envíame una lechuza con la fecha de vuestra próxima salida a Hogsmeade.

Canuto.

Le entregué a Harry la carta de vuelta. Este miró a miró a Hermione, que fruncía el ceño.

—Querrá saberlo todo sobre la prueba— propuso—. Los del Profeta no se han quedado callados; la prueba habrá volado por todo el país.

—Mientras Skeeter no dé guerra, me da igual— se encogió de hombros Harry, doblando la carta para meterla en su bolsillo. La lechuza ya se había ido hace rato.


Había empezado marzo, y un viento terrible parecía despellejarnos manos y cara cada vez que salíamos del castillo. Había retrasos en el correo porque el viento desviaba a las lechuzas del camino.

La lechuza que Harry había enviado a Sirius con la fecha del permiso para ir a Hogsmeade hacía una semana volvió el viernes por la mañana a la hora del desayuno con la mitad de las plumas revueltas. En cuanto Harry le quitó la carta de Sirius se escapó, probablemente temiendo que la enviaran otra vez.

Cuando Harry terminó de leerla, con el ceño fruncido, se la pasó a Hermione para que la leyese. Me acerqué a ella para poder leerla a la vez:

Id al paso de la cerca que hay al final de la carretera que sale de Hogsmeade (más allá de Dervish y Banges). Llevad toda la comida que podáis.

Jokers [Fred Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora