Dímelo

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Alguna de las chicas se debía haber dejado la ventana abierta anoche. Me arrastré fuera de la cama, el suelo estaba muy frío. Unas hojas amarillentas se había colado, así que las recogí y las deje caer de vuelta a su libertad. No serían más de las seis de la mañana, pero ya empezaba a clarear.

Tenía un zumbido molesto en la cabeza, esos pensamientos que intentas empujar al fondo y se acaban amontonando. Como cuando vas empujando el desorden de tu habitación hacia una esquina hasta que te quedas sin habitación y tienes que desordenar ese desorden para volver a ordenarlo todo como estaba antes.

Decidí que lo mejor sería dar un paseo por el castillo aprovechando que estaría vacío a esas horas. O eso pensaba.

—¿Qué haces despierto a estas horas un domingo?

—Lo mismo podría preguntar —dijo Harry, levantando la cabeza del pergamino.

—Yo he preguntado primero.

—No podía dormir —jugueteó con su pluma, goteando de tinta por toda la mesa.

—No quería dormir —dije, sentándome en la silla de enfrente. Señalé la carta con la cabeza—. ¿Para quién es?

—Llevo unos días sin escribir a Sirius.

—¿Le vas a contar lo de la cicatriz?

Dudó.

—Solo quiero asegurarme de que está todo bien por allí.

—Seguro que Sirius estará encantado de que le mandes cartas, pero a lo mejor Mione tiene algo de razón.

—No van a interceptar a Hedwig.

—Yo no he dicho eso... Solo decía... Agh, dame un trozo de pergamino, mierda.

—¿Vas a escribir a Remus? —sonrió burlón, pasándome la mitad del pergamino.

Mi silencio le sirvió de respuesta. Para cuando terminamos de escribir se comenzaba a oír algo de movimiento por las habitaciones. Salimos por el retrato y nos dirigimos en silencio a la lechucería.

—Yo no iría por ahí si fuera vosotros —dijo Nick Casi Decapitado, flotando de repente a través de una pared justo delante de nosotros mientras bajábamos por el pasillo—. Peeves está planeando una divertida broma para la siguiente persona que pase por el busto de Paracelsus que hay en la mitad del corredor.

—¿Va a tirar a Paracelsus encima de la cabeza del que pase? —adiviné.

—Divertido o no, así es —dijo Nick con voz aburrida—. La sutileza nunca ha sido el punto fuerte de Peeves. Me voy, a ver si encuentro al Barón Sanguinario... quizás el pueda ponerle un alto a esto... ¡Nos vemos, jóvenes gryffindors!

—Sí, adiós —dijo Harry.

Noté como algo peludo se colaba entre mis tobillos.

—No estamos haciendo nada malo —dije, mirando molesta a la gata de Filch—. Venga, largo.

Fuimos por un camino más largo, pero más seguro, hacia la lechucería. El sol estaba ya alto en el cielo, cuándo entramos en la lechucería un desagradable olor a caca de pájaro nos dio de lleno. Cientos de lechuzas se acomodaban en las vigas, algunas un tanto inquietas en la luz mañanera, algunas claramente habían regresado de cazar recientemente.

—Ahí estas —dijo Harry, señalando cerca del techo abovedado donde Hedwig nos miraba como si se acabase de despertar. Con un bajo ulular extendió sus grandes alas blancas y descendió hasta el hombro de Harry—. Ven aquí abajo, tengo unas cartas para ti. Sí, ya sé que pone Hocicos, pero es para Sirius, ¿de acuerdo?

Jokers [Fred Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora